Yoongi probablemente pensaba que era el alfa más afortunado del mundo. Bueno, en ciertas cosas. Ese día había recibido sus notas de semestre y no pudo sentirse más satisfecho con ello.
Cuando tenía dieciséis años, su padre siempre le reprochaba por todo. Aunque por más que se esforzará en la escuela, le llevará puros dieses, él siempre lo reprobaba diciendo que no valían de nada las notas buenas si era una mierda. Eso lo hacía sentir mal. Porque por más que quería complacer el viejo decrépito que le dio la vida, no lo contentaba con nada. Así que decidió irse de su casa, tomar un rumbo propio, y aunque se quedará en la casa de Jimin, jamás quiso ser un mantenido. Hacía tareas para sus compañeros por dinero, reparaba motos, trabajaba en cybers y a veces trabajaba de camarero por las noches. Con aquello conseguía un buen dinero para ayudar con el abastecimiento de la casa, y comprarse algunos antojos ¿Por qué no?
A los veinte su vida tomó un rumbo más alocado. Se empezó a aficionar con las fiestas, beber, fumar y salir con omegas y betas sin ningún tipo de atadura.
Lamentablemente todo trae consecuencia. Porque perdió años desperdiciando su vida. Jimin había entrado a la universidad desde que término la secundaria, siempre le aficionó la medicina, y a él, más los que tenía que ver con la tecnología. Siempre fue muy bueno en ello. Porque después de años de tonteo y perder el tiempo, decidió entrar a la universidad ya a los veinticuatro años. Aunque Jimin siempre le decía estaba joven, y que no se preocupara.
A pesar de estudiar en la universidad, y ser uno de los mejores alumnos de su carrera. Sus ganas de parrandeo no habían desaparecido. Cuando podía se colaba a una que otra fiesta, y aprovechaba el tiempo para tener sexo. Eso lo divertía mucho. Oh, hasta eso pensaba.
Ahora a sus veinticinco años, reflexionaba sobre su futuro. Ya nada de eso le divertía o le atraía tanto. De hecho, sentía repulsión el sólo pensar en acostarse con otro omega que no pueda ser él.
Jimin.
Nunca le había atraído tanto un aroma como el que él tenía. Era suave, como a flores con vainilla o chocolate. Todavía no explicaba bien, pero le encantaba.
No podía dejar de pensar en él. Quería ser el dueño de ese aroma, por más egoísta que sonará. Siempre ha sentido una gran inclinación hacia Jimin desde que se conocieron. Toda su atención era para él, no le importaba nadie más a su alrededor. Lo cuidaba, le daba cariño, le brindo su amistad y así formaron un vínculo juntos.
Pero ahora ese vínculo él quería hacerlo diferente.
Quería dejar toda esa mala vida para demostrarle a Jimin que puede ser un hombre dignó de él.
Porque Jimin no se merecía menos. Era especial, extraordinario, y merecía alguien que esté a su altura.
Y él, por más egoísta que suene, no quería que fuera ninguno otro.
De madrugada, parado en la terraza fumando un cigarrillo, pensaba en toda aquella amargura que tuvo que pasar hace unas horas. Jimin le avisó de último momento que tenía un trabajo grupal, no se había preocupado tanto, hasta que vio a Seojoon. Tuvo que tragarse las ganas de gruñirle cada vez se acercaba a Jimin. Sí, sabía que estaba siendo posesivo con algo que ni siquiera le pertenecía. Pero no podía evitarlo, él sólo pensar en un alfa cortejándolo, le daban ganas de vomitar, un disgusto terrible e incluso sacaba su lado más salvaje.
Inmóvil ahí, viendo la vista a todo el campus completamente en silencio y vacío, intentaba disipar sus pensamientos un poco.
Resopló con frustración cuando término el cigarrillo.
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𝚁𝙾𝙼𝙼𝙸𝙴 𝙰𝙻𝙵𝙰 - [𝚈𝙾𝙾𝙽𝙼𝙸𝙽]
Fanfiction𝙿𝚊𝚛𝚔 𝙹𝚒𝚖𝚒𝚗 𝚌𝚛𝚎í𝚊 𝚚𝚞𝚎 𝚝𝚘𝚍𝚊 𝚜𝚞 𝚟𝚒𝚍𝚊 𝚎𝚛𝚊 𝚞𝚗 𝚋𝚎𝚝𝚊. 𝚃𝚎𝚗í𝚊 𝚟𝚎𝚒𝚗𝚝𝚒𝚍ó𝚜 𝚊ñ𝚘𝚜 𝚢 𝚗𝚞𝚗𝚌𝚊 𝚎𝚗 𝚜𝚞 𝚟𝚒𝚍𝚊 𝚑𝚊𝚋í𝚊 𝚙𝚛𝚎𝚜𝚎𝚗𝚝𝚊𝚍𝚘 𝚌𝚎𝚕𝚘, 𝚗𝚒 𝚗𝚒𝚗𝚐ú𝚗 𝚝𝚒𝚙𝚘 𝚍𝚎 𝚘𝚕𝚘𝚛, 𝚑𝚊𝚜𝚝𝚊 𝚞𝚗...