Capítulo 20. No me provoques Audrey Green.

45 24 1
                                    

Caden

Estoy temblando.

Y Audrey no puede notarlo.

Pero realmente estoy temblando.

Siento como cada centímetro de mí se estremece y cada fibra que me rodea se encoje a tal punto de causarme estrangulamiento. Decir que me siento avergonzado es muy poco para lo que realmente siento, es como si hoy en la mañana un golpe de realidad me hubiese azotado repentinamente mientras intentaba levantarme de la cama, aunque realmente ha sido aún más difícil que eso, porque me desperté magullado hasta el alma.

Vergüenza y autocontrol definitivamente son dos cosas que no conozco cuando me encuentro en estado de ebriedad y eso solo logra joderlo todo más aún. Pero al día siguiente... Dios, quisiera que la tierra me trague, ni siquiera sé que decirle, o por donde comenzar, y lo que es aún peor, no solo tendré que hablar con ella, sino que con Riley también.

Soy muy consciente de las cosas, y a pesar de que me encontraba en un estado un poco deplorable, me acuerdo de la mayoría de las cosas hechas y dichas por mi parte, y eso es aún peor, desearía, al menos hoy, no recordar la noche de ayer, quizá no recordando lo sucedido solo tenga que fingir que nada pasó, que no tengo un ojo morado y que el puño no lo tengo destrozado, pero mi vida no puede ser así de fácil.

Sigo conduciendo, no muy seguro de a donde ir, y recuerdo la cafetería que se encuentra aquí cerca, la cual es perfecta. Su horario de atención es de todo el día, está haciendo frío y además venden los mejores pancakes que he probado en toda mi vida, inclusive mejores que los de McDonald's y eso ya es mucho que decir.

Parqueo en el estacionamiento y me bajo rápidamente del auto para poder abrirle la puerta a Audrey, podré estar cagado del miedo y de la vergüenza, pero ante todo los modales.

Caminamos en silencio, con mis manos metidas en los bolsillos del pantalón y entramos al local, nos dirigimos hacia una mesa que se encuentra en el fondo y tomamos asiento, en espera de que alguien venga a atendernos.

—Los pancakes de este lugar son los mejores—. menciono, rompiendo un poco el hielo.

Audrey me observa dudosa, con una ceja levantada y asiente mientras observa el menú que se encuentra sobre la mesa.

—¿Pancakes a esta hora?

—Siempre es buen momento para comer pancakes, Audrey—. le sonrío un poco

Una señora de mediana edad se acerca a la mesa con una pequeña libreta interrumpiendo nuestra no tan interesante conversación, bufo agotado, justo cuando decido tirarme al agua, vienen a tomar el pedido.

Dios, ayúdame.

Pido unos pancakes, obviamente, y un café bien cargado, Audrey, por su parte, decide seguir mi consejo y se pide unos también, solo que acompañados de una malteada de chocolate.

—No entiendo como te puede gustar el café—. menciona esta vez ella, cuando la camarera por fin se retira con la orden.

—¿A quién no le gusta el café?

—A mí—. se encoje de hombros. —Tampoco me gusta el tomate, las jaleas y las fresas.

Me quedo observándola por unos segundos incapaz de creer lo que mis oídos escuchan, ¿a quién no le gusta el café? Y lo que es aún peor, ¿a quién no le gustan las fresas?

—Mujer adulta con paladar de niña de cinco años, anotado—. le digo mientras finjo escribir en mi mano.

Audrey me tira una servilleta mientras ríe por lo bajo y solo con ese gesto se me va toda la tensión acumulada en el viaje. Es como si lograra frustrarme y sacarme de mi zona de confort, pero al mismo tiempo lograra contenerme en un pequeño embace, como si fuera la causante de poner todo de cabeza, pero que luego con un simple gesto vuelve a acomodar todo como antes, e incluso mejor, mucho mejor. Algo así como un hechizo, como en aquella ocasión cuando Horace vivía en la casa de unos mugles y la tenía hecha un desastre, luego llegó Dumbledore y puso todo en orden. Justamente así me siento cuando ella sonríe y eso logra darme el valor de hablar.

Una vida para recordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora