Era un ser más, alguien sin rumbo ni destino, sin saber cómo, sin saber en qué confuso momento de mi vida pasada, acabé vagando por el inframundo, y una vez allí, observando con determinación aquel lugar oscuro y desolador, le pedí ayuda a aquel que lo reinaba.
- ¿Hades, dime usted, dime señor, dime Dios de estás tinieblas que emanan de lo más profundo de mi pecho vacío y hueco, qué es la amistad?
Nunca obtuve una respuesta de ello, nunca supe ver más allá de un compuesto de letras sin sentido y sin resonancia en mi cabeza que años atrás, siglos y milenios, donde el ser humano aún no era ser humano, llamó algo tan complejo, con una palabra tan simple, lo que pocos tenían suerte de saber.
Hades solo me miró, sus ojos intensos y oscuros marcados por un ser corrompido y demente penetraron en los míos como dagas de fuego ardiente, no obtuve respuesta de palabras sin sentido, no obtuve miradas de consuelo, solo obtuve un silencio frío y desolador, aquel ser infernal que se compadecía de un alma inocente y desorientada.
Él me indico la salida, en ella me esperaba Caronte, aquel ser ciego y silencioso que navegó por el río de almas que separaba la tierra del inframundo. Sin mirar atrás, me monte en su barca de madera, y profundice en aquellos blanquecinos ojos ciegos del barquero, y allí, entre el ruido de las almas en pena y el sufrimiento de aquellos que habitaban aquel lúgubre lugar, le hablé.
- Oh mi querido barquero, tú qué días y noches, por años y siglos, escuchas el sufrimiento de almas con su condena establecida, de llantos lastimeros entre corderos que fueron lobos, tú que vives y sirves en un lugar donde la luz solo da en la entrada, en una entrada que solo usted puede alcanzar, ¿Sabría decir, contar, relatar, que es la amistad? Oh mi querido Caronte.
Su pálido rostro, marcado por una edad que nadie sabría decir, se mantuvo con indiferencia, sus labios agrietados y morados, sin vida, permanecieron sellados así como debió de haberlo hecho el ánfora de Pandora. Sus blanquecinos ojos solo supieron mantenerse apagados, y sin perder el ritmo de los remos, me llevo allá donde nadie que pone un pie sobre el inframundo puede ir, o más bien, salir.
Una vez que mis pies pisaron la viva hierba de la tierra, mis ojos siguieron al barquero, que en su más indiferente silencio, marchó de nuevo. ¿Acaso todo aquel que pisará aquellas tierras oscuras y sumergidas en nada más que soledad habían perdido la voz, el poder de hablar, aquello que nos emanaba de la garganta al llegar el momento de simplemente comunicarnos?
Nos busque más sentido a preguntas irrelevantes para mí, solo quería que una única pregunta estuviera sumergida en mis pensamientos y llenará de dudas todo aquello que habita en mí. Mis pies se movieron sin rumbo alguno, pisando hierba y pasando árboles, hasta que allí, la divisé.
- Oh, mi querida Demeter, mi Diosa de la agricultura, tú qué fuiste arrebatada y desplazada de todo aquel poder y amor por capricho alguno de hermanos sin sentimientos, tú qué supiste ver y afrontar todo aquello que te sumergió en dolor y soledad, tú qué supiste poner en pie plantas y bosques, vida y cosechas, ¿Sabe usted, mi señora, que es la amistad?
Puse apreciar lo que por muchos años no observé, una sonrisa comprensiva y llena de aquello que las personas solían llamar empatía, pero que cada vez era más escasa en las almas de los seres mortales. Con su sublime voz, ella me deleitó, palabras que aquellos seres del inframundo no tuvieron.
- Pequeña alma mortal, tú qué estás desorientada y que eres inocente en cada gramo que habita en ti, déjame decirte que aquello que buscas no es una respuesta, sino un ánimo de consuelo, algo que te haga saber porqué estás solo, o porqué nadie se quedó a tu lado. Eres joven, muy joven, puedo apreciarlo en cada centímetro de tu tersa piel, aquello que buscas no está entre los dioses, está entre usted y los mortales.
Nunca pude entender aquellas palabras que una diosa pudo deleitarme alguna vez, tampoco supe si fue más allá de un sueño revelador lo que estaba pasando, pero cuando su sonrisa emano de sus labios después de oír aquella voz que solo provocó más dudas en mí, mis ojos se abrieron, la luz de mi habitación los volvió a cegar por segundos que me hicieron sentir aquello que Caronte sentía.
Miré bien, ya no estaba en la antigua Grecia, ya no había puerta al inframundo ni bosques donde habitaban ninfas, tampoco estaba el Olimpo revelándose a través de nubes cercanas a montañas, simplemente ya no había nada de lo que pude apreciar segundos antes, ¿Acaso solo fue un sueño?
Busque borrar todo aquello que me alejara de mi pregunta principal, evadiendo preguntas que empezaban a inundar mis pensamientos, ¿No estaba muerta? ¿No había sido real? ¿Hades, Caronte, Demeter, ellos solo fueron algo más de mi imaginación? No perdí tiempo, tampoco pudieron dármelo, miré mi teléfono, allá donde pude verlos a ellos.
Divisé aquella foto, foto de jóvenes sonrientes y de personas pasando una buena tarde, una buena noche e incluso una buena mañana, aquellos que llamaba familia sin siquiera compartir un mínimo de sangre, aquellos mortales que hicieron de mi alma inmortal.
Sonreí, mis ojos brillaron, mi alma recobró aquel sentido que perdió en aquel sueño confuso, y allí lo entendí, el silencio de Hades, un ser que no pudo darme repuesta, pues sus afilados ojos solo me decían que él nunca conoció una palabra como aquella; mi querido barquero, Caronte, aquel que con su silencio solo me pudo decir que él no hallaba la respuesta; y mi sutil Demeter, aquella diosa que con palabras confusas solo me hizo ver la verdad.
Todos ellos portaban verdades como coliseos, todos ellos con su razón, con su manera de hacérmelo ver, todos ellos solo fueron un camino trazado hacia lo que yo quería ver, y era que la verdadera amistad, aquella que buscaba y deseaba, la tenía tan cerca como siempre dudé, y allí estuvieron ellos para recordarlo, y para simplemente decir:
- Gracias, familia, por resolver aquella duda que los dioses me ayudaron a buscar y que ustedes terminaron de responder.
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~MI MAR DE ROSAS~
PoesíaEste libro es algo diferente a lo que suelo escribir, puede que haya muchos de este tipo, puede que el mío no llegue a tanto como otros, pero me encanta escribir poemas, he querido sacar a la luz aquello que nubla mis pensamientos y aquello que grit...