29; Ecos de pasos afligidos

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Sinopsis: Nunca aprendió a bailar, no hubo nadie que le enseñara y jamás apareció la necesidad por obtener esas aptitudes. No obstante, surge la oportunidad que, aunque algo indeciso, acepta.

Advertencias:

》Soft.

》Solo un AU Intenabo donde bailan.

Ha visto bailar a una cantidad indecente de personas, ya sea con mayor o menor cantidad de ropa, Horacio siempre ha tenido ese afán por ir a todos los locales de alterne que había en las zonas donde terminaban viviendo durante un tiempo determinado. En aquel entonces, Gustabo accedía con facilidad, siendo el alma apacible y traviesa que era, dispuesto a una buena juerga, pero velando siempre por el bienestar de su hermano.

Entraban a un espacio empañado por los sudores, los olores y la música, sin embargo, cualquier detalle que a día de hoy le desagrade, por aquel entonces le resultaba complementario al ambiente, como si en el caso de ausentarse uno de los elementos, no fueran a disfrutar como se debe la noche. Terminaba envuelto en personas, con un Horacio revoloteando alrededor de uno de los chicos más guapos del área mientras que él, junto a la barra y con un cubata de ron cola en la mano, observaba el lugar en busca de efectuar una travesura. Entonces, convencía a alguna pobre alma inocente para hacer cualquier gilipollez que le hiciera reír. No obstante, cuando aquello no era posible, terminaba tranquilo y sentado siendo un espectador más, advirtiendo a las personas de su alrededor bailando despreocupadamente y más allá, a los profesionales del baile trabajando sobre las barras. Nunca lo reconoció en voz alta, aunque tampoco lo pensó demasiado, pero le fascinaba la soltura en la expresión corporal de esos individuos, llegándolos a envidiar, siendo él mismo incapaz de expresar nada, ya sea verbal o corporalmente.

Su regularidad por aquellos antros de mala muerte fueron disminuyendo según pasaban los años; la edad, las responsabilidades y el cambio terminaron haciendo mella en él. La guerra ya se acumulaba en sus ojos con demasiada fiereza, a través de una infinidad de experiencias que no le deseaba a nadie, basadas en una infancia dura, una adolescencia voraz y una adultez cruel. Gustabo añora ser bebé, sin consciencia, sin preocupación y sin autoconocimiento.

Entonces está dentro de la malla, bajo el ala del superintendente, como un instructor implacable e inflexible. Sus personalidades chocan desde el primer momento y aunque no ceden jamás, siempre están dispuesto a protegerse, dejando su aparición como una de las relaciones más consolidadas hasta ahora. Si bien Conway no fue bienvenido, se ganó su puesto en la lista de sujetos por los que Gustabo daría su vida.

Tienen una conexión sin precedentes, que le aterroriza y le emociona en partes iguales, desea indagar pero también retroceder para mantenerse a salvo. No obstante, ninguno –como ya es hábito– cede, tampoco dispuestos a retroceder ante un desafío, e intentando descubrir que hay más allá de esa tensión.

Más allá del trabajo no interfieren en la vida del otro hasta que el rubio da un paso en terreno peligroso. Todo nace con una matrícula y un Jack Conway generoso, entonces se precipita e invita a cenar al mayor.

—¡Me encanta! —exclama jovial, mirando la nueva matrícula de su patrulla donde se lee la palabra 'CALVO'—, es la mejor matrícula que he tenido en mi vida, que detalle, super.

El mayor parece mantener distancia de precaución entre ellos, porque hay varios pasos de lejanía entre sus cuerpos, además su mirada parece estar más interesada en cualquier otro punto que en el hombre frente a él.

Incansable; IntenaboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora