doce

288 30 4
                                    

¿Y si no le abro? Pensé

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¿Y si no le abro? Pensé. Cuando llegara podría ignorarle y no salir a abrirle, así, él se iría y yo no tendría que atormentar a mi corazón, haciéndolo latir para luego ordenarle que se callara. Corrí a mi habitación, dispuesto a embarcarme en mi mundo e ignorar los ruidos externos, y eso incluía el llamado a la puerta que en cualquier momento se oiría.

Conecté mi reproductor de música al par de bocinitas que papá me había regalado en el cumpleaños número diecisiete y dejé que la música sonara queda por toda la habitación. Mientras sonaba la primera canción de la lista, aquellos golpeteos en la puerta tan reconocibles ya se escucharon, haciéndome latir el corazón con un palpitar que resultaba ridículo. Traté de ignorarlos y, sobre todo, ignorar el pensamiento de saber quién era el que estaba detrás de la puerta. Pero los golpecitos se aferraron a seguir llamando y era como si su sonido me incitara a correr y ver el rostro que ahora se proyectaba en mis sueños. Arranqué de un jalón el reproductor y conecté los auriculares blancos para luego llevarme cada uno a los oídos, haciendo girar el círculo para que el volumen subiera y me atronara en los oídos indefensos. Me tumbé sobre la cama y cerré los ojos con fuerza, produciendo una que otra arruguita en el parpado. Enterré la cabeza en la almohada y luego canturrié algunas estrofas de All the small things de Blink 182, que sonaba con potencia en mis oídos, haciendo de mi voz sólo un farfullar ahogado que nada más yo entendía.

Así pasaron casi cuarenta y cinco minutos hasta que decidí que no quería quedarme sordo antes de los treinta y bajé el volumen hasta desvanecerlo completamente y luego apagarlo. Suspiré, ¿con qué cara vería ahora a Sakura? ¿Podía acaso ser tan hipócrita como para mantenerle la misma sonrisa "sincera"? Ella no merecía que nadie le hiciera daño, nadie y mucho menos yo, ella ya había sufrido tanto y ahora, no podía permitirme hacerle daño. Contemplé el techo blanco por un rato, sintiéndome la persona más pérfida como amigo. Entonces oí cómo la puerta se abrió y luego la voz de Sakura y la de Naruto mezcladas. El corazón me latió por dos cosas, de nerviosismo y ansiedad.

—¡Sasuke! ¿Estás?— preguntó Sakura en un sonoro grito.

¿Y ahora qué se suponía que debía hacer? ¿Salir y portarme como si nada, siendo hipócrita hacía con Sakura y ordenando callar a mi corazón cuando Naruto se acercara o quedarme encerrado en mi habitación y hasta quizá ocultarme en el armario para siempre?

—¡Allí estás!— dijo Sakura, con alivio, abriendo la puerta de mi habitación y haciéndome sentir descubierto bajo la mirada de Naruto que se mostraba en segundo plano.

Le sonreí, totalmente nervioso y atontado debido a que no tuve la oportunidad de salir corriendo por la ventana, aunque hubiera sido mala idea por los tres pisos que había antes del suelo. No pude mirar a Naruto, o mejor dicho mantener mi mirada en él, mientras él me veía; pero tampoco pude hacerlo con Sakura, porque ella quizá podría ver en mis ojos alguna aflicción. Y no estaría del todo equivocada.

—¿Por qué no le abriste a Naruto?— preguntó, entre tanto que yo bajaba de la cama y me acercaba para salir de mi habitación, aunque no quisiera.

manual de lo prohibido- narusasu adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora