diecisiete

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Conforme pasaban los días, la culpa no desparecía, sino que, por el contrario, iba aumentando

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Conforme pasaban los días, la culpa no desparecía, sino que, por el contrario, iba aumentando.

Caminé por las calles que ya conocía para llegar hasta el laboratorio de fotografía de los Hyuga, donde se encontraba una de las pocas personas que sabían comprenderme y apoyarme. Aunque esta vez hablar con Hinata no sería tan sencillo ya que Kiba me acompañaba. Se ofreció en seguida de que me encontró en el pasillo del edificio y supo que me dirigía para acá.

Le miré.

—¿La invitarás a salir?— pregunté.

—¿Crees que diga que sí?— dijo, nervioso.

—Por supuesto que sí— reí.

—¿Crees que le guste?— preguntó.

—Eso... averígualo hoy— dije.

Cuando llegamos Kiba se plantó detrás de mí, como un niño totalmente tímido, pero los ojos grises de Hinata chispearon al verle.

Me hice a un lado para no obstruir su vista y la sonrisa entre ambos decía más que mil palabras.

Me aclaré la garganta, haciéndome notar. Hinata me miró al instante.

—Oh, Sasuke, hola. ¿Nuevas fotos?

Le sonreí, dándolo por hecho.

Les di la oportunidad a Hinata y a Kiba de hablar y esperaba a que Kiba realmente lo invitara a salir, mientras que yo me encontraba revelando las fotografías. Cuando hube terminado, las puse en una pila y las miré una por una.

Eran como veinte fotografías, y la mayoría tenía una cosa en común. El rostro hermoso de Naruto. Se me había vuelto como una obsesión retratarle, era como para guardar el recuerdo o al menos tener una prueba de que los momentos a su lado habían sido reales.

Miré la hora en la pantalla de mi móvil, eran las seis con treinta y cinco minutos. Tenía dos opciones a elegir, una era quedarme aquí con Hinata y Kiba y así, no alimentar a este sentimiento con la compañía de Naruto; la otra era apresurar el paso para alcanzar a llegar al departamento y encontrarle, porque ese sentimiento quería ser alimentado.

La figura de Hinata entró al pequeño cuarto de revelado y me hizo pegar un brinco.

—¡Kiba me invitó a salir!— me dijo, entusiasmada.

—¿En serio? Genial, ¿para cuándo?— pregunté.

—Para hoy— sonrió —En cuando cierre nos iremos.

—Oh— entonces ahora ya no tenía opción que escoger —Genial.

—¿Hablaremos otro día?— preguntó, lamentándose por no poder hacerlo hoy.

—Seguro. Hay mucho que tienes que saber, pero sirve que así me cuentas tú también— insinué.

—Gracias— la bonita sonrisa de niña se expandió por su rostro.

manual de lo prohibido- narusasu adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora