diecinueve

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No sé por qué me encontraba nervioso desde que desperté, Sakura estaba muy entusiasmada con la fiesta, pero detrás de su entusiasmo seguía habiendo aquella preocupación que me había dejado ver anoche

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No sé por qué me encontraba nervioso desde que desperté, Sakura estaba muy entusiasmada con la fiesta, pero detrás de su entusiasmo seguía habiendo aquella preocupación que me había dejado ver anoche.

—¡Te espero abajo junto con Naruto!— me gritó Sakura desde el exterior de mi habitación y luego se paró en mi puerta —No tardes— me sonrió.

Lucía hermosa con ese vestido púrpura que había comprado para esta ocasión especial. Aquel hermoso satín se le entallaba a su esbelto cuerpo con precisión en el pecho, y caía hermoso tapando sus largas piernas. Llevaba su cabello liso, más de lo que ya lo tenía y suelto cayendo libremente por sus hombros desnudos.

—Ya voy— musité —Sólo me pongo el traje.

Me sonrió y oí cuando salió del apartamento.

Suspiré, combinando mi dióxido de carbono con el oxígeno de mí alrededor. Tomé el traje que Naruto me había elegido y me lo puse, intentando no despeinar mi cabello.

Traté de hacer el nudo de la corbata, pero me costaba un poco de trabajo poder hacerlo.

—Demonios— farfullé.

Salí de mi habitación, Sakura había apagado las luces del departamento y sólo era iluminado por el atardecer del exterior que se filtraba por la ventana y la luz amarillenta que salía de mi cuarto entreabierto. Intenté hacer el nudo de nuevo, pero fracasé en la maniobra.

De pronto, la puerta se abrió, Sakura podría llegar a ser muy desesperada.

—¿Tienes problemas?— pero esa no era la voz de Sakura.

Me quedé inmóvil al reconocer a Naruto, luego me giré avergonzado. Aun en la oscuridad, podía verle. Llevaba puesto un esmoquin negro, ajustado a su perfecto cuerpo; su camisa blanca era del mismo color que el moño. Su figura me quitó el aliento.

—Emm... no puedo hacer el nudo— musité, atolondrado —¿Podrías...?— manoteé en la oscuridad, señalando la corbata en mi cuello.

—Claro—se acercó hasta mí, su perfume bailoteó por mi nariz.

Sentí sus manos en mi corbata tratando de hacer el nudo; el tacto hizo que la piel de todo el cuerpo se me erizara. No se oía nada, excepto nuestras respiraciones y los sonidos apenas audibles provenientes del exterior. El nudo quedó listo, pero no me moví. Él aun sujetaba con sus manos mi corbata.

Y de pronto, sentí cómo acurrucó su nariz en mi cuello y cómo su respiración golpeaba este con delicadeza. El corazón se me aceleró, tanto que me pregunté si él podía oírlo.

—Naruto...— murmuré, ¿qué estaba haciendo?

Pero el silencio persistió y su respiración acariciaba la piel de mi cuello con más intensidad, haciendo que el estómago se me encogiera, que la piel se me erizara y que toda cordura huyera.

manual de lo prohibido- narusasu adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora