veintiseis

252 24 5
                                    

Era irónico, porque a pesar de que estaba consciente de que el tiempo pasaba, aun cuando aquí corriera seis horas atrás y que ya llevaba consigo más de un mes; para mí, el tiempo trascurría demasiado lento, los días se habían vuelto perezosos que ...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Era irónico, porque a pesar de que estaba consciente de que el tiempo pasaba, aun cuando aquí corriera seis horas atrás y que ya llevaba consigo más de un mes; para mí, el tiempo trascurría demasiado lento, los días se habían vuelto perezosos que de cierta manera le habían quitado el sentido al calendario y a cada hoja que se desprendía de este.

El dolor no había disminuido para nada; lo que sí, es que yo ya me había acostumbrado a él. Para mí ya se había vuelto común tenerlo enterrado en mi corazón, sintiéndolo removerse como la hoja afilada de una daga. Ya me daba igual.

En noche buena estaba solo, tomándole fotos a los copos de nieve que caían del cielo oscuro, me sentía patético. En año nuevo no fue distinto, la misma sensación de patetismo y fotografías tristes. Me comunicaba por Internet con Hinata, nada más con ella, porque no quería relacionarme con alguna persona que haya cruzado más de una remota conversación con... bueno, con él. Según Hinata, las cosas con Kiba iban viento en popa, por fin había salido del cascarón de la timidez y le había pedido de la manera más hermosa que fuera su pareja. No fueron celos los que sentí, sino, algo más parecido al dolor, a la envidia de saber que ellos podrían ser felices con el otro a quien quieren mientras yo había perdido todo lo que amaba.

Pero aquí seguía, tratando de ser fuerte y no caer. Tratando quizá inútilmente, porque todas las sonrisas que yo daba no eran alegres y podía sentirlo, pero allí estaba, sonriéndole al mundo; ignorando a los pensamientos que me traían su imagen a mi mente convirtiéndose en recuerdos que me asfixiaban, pero que a la vez me hacían respirar.

—¿Qué crees que conseguí?— me dijo Shikamaru, animado y sonriendo, con esa expresión de adolescente que se asomaba a su rostro cuando algo lo emocionaba.

Mi mente volvió al presente y lo miré esperando a que siguiera hablando.

—¡Vamos a tomar fotografías en la presentación que va a dar Temari Akasuna para la obra se caridad del Instituto HOPE!— me sujetó por los hombros, pero no me sacudió, como era su costumbre.

—¿Y eso cuándo es?— inquirí, tratando de entusiasmarme.

—¡Para el martes!— y fue allí que me sacudió.

—¿Este martes?— abrí los ojos de par en par, captando en mi visión todo el rostro de Shikamaru. Hoy era domingo.

—¡Sí! ¿No es genial?— me dijo y me volvió a sacudir.

—Supongo— traté de regalarle una sonrisa.

—Será genial— sonrió —Mañana voy a tu casa para ponernos de acuerdo. Ten una linda noche— me abrazó —Adiós.

—Hasta mañana.

Me giré para caminar hasta mi casa y dormir, intentar tener la "linda noche" que Shikamaru había dicho, pero lo cierto es que todas mis noches eran aburridas y monótonas y a veces en sueños, me escuchaba nombrarle.

manual de lo prohibido- narusasu adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora