veinticuatro

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Los ruidos sonoros del exterior me despertaron

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Los ruidos sonoros del exterior me despertaron. Me revolví entre las sábanas y me estiré antes de bostezar. Hoy era un nuevo día. ¡Hoy era el día!

Me levanté como zombie de una tumba, incluso tenía el aspecto de uno. Miré el reloj, eran siete con treinta y cinco minutos. Los ruidos siguieron escuchándose fuera y lo único que mi mente produjo fue un pensamiento con nombre propio: Sakura.

La respiración se me entrecortó y el corazón me latía oprimido. No tenía cara siquiera para verla, sostenerle la mirada y tratar de sonreírle, sabía que no podría hacerlo. Respiré hondo varias veces tratando de calmarme, llevaba puesta la misma ropa del día anterior arrugada por haber dormido con ella; había dejado sólo un cambio para el viaje.

El viaje. Si Sakura entrara a mi habitación a despertarme vería las maletas y... esa no era una buena forma de enterarla de que me iría, yo tenía que sacar valor y hablar con ella, aun cuando no quisiera.

Me levanté rápido de la cama y me cambié de ropa, guardando en una de las maletas la que antes me había quitado. Me sorprendí de lo rápido que lo hice y salí de mi habitación, con el corazón latiendo a mil por hora.

—¡Hey, hola!— la sonrisa de Sakura se expandió al verme, mientras luchaba con su pequeña maleta porque la cremallera no abría.

Corrió hasta mí y me abrazó, ella siempre hacía eso y me recordó al primer día que llegué a Venecia. Le correspondí tímidamente.

—¿Puedes creerlo? El señor Vittore quiere que trabaje hoy, aunque sea medio día. Tendré que irme a las dos— hizo un mohín.

Traté de hacer algo, un gesto o lo que sea, porque hablar no podía; repentinamente la voz se me había ido.

—¿Te pasa algo?— me miró.

—No, no...— tartamudeé —sí.

—¿Qué ocurre?— me preguntó.

Este era el momento, en poco más de tres horas me iría y si no le decía ahora, quizá ya no encontraría el valor después.

—Regreso a Tokyo, Sakura— dije, con el nudo en mi garganta.

Los ojos de Sakura se abrieron más grandes de lo que ya eran.

—¡¿Qué?! Es broma, ¿no?— farfulló. Cuando me vio en silencio, seria y entristecida a la vez, entonces supo que no lo era —Pero, ¡¿por qué?! Pensé que te irías después de año nuevo, ¡apenas comenzó diciembre!— parloteó y los ojos se le pusieron rojos.

—Tengo que irme, Sakura— el temblor de mi voz dio paso a las lágrimas, podía ver llorar a todo mundo, pero nadie movía tanto mi fuero interno como lo hacía Sakura, verla llorar a ella era distinto, desgarrador.

—¡¿Por qué?!— repitió.

Estaba consciente de que Sakura tenía que saberlo, pero de pronto me volví cobarde y las piernas debajo de mi pantalón deportivo temblaron.

manual de lo prohibido- narusasu adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora