Estrella Hundida

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Un hombre vestido con restos andrajosos de lo que una vez fue una tunica elegante miro a traves de una pequeña ventana de rejas oxidadas en su celda.

Incluso los últimos rayos de sol oscuros se desvanecieron. La única luz que tenía... ¿Cuantos años había estado sentado allí?

Ante su visión la luz de la luna giró y giro sobre sus cabeza, atravesando aquél espacio lúgubre de celdas oscuras y aún mas terribles carceleros, cien rayos de luz rebotaban en la superficie pulida y prístina del agua a su alrededor. El suelo empezó a temblar, con ligeras grietas en la roca cubierta de nieve. 

El entorno cambio y una enorme punta blanca de lanza atravesó el suelo y se alzó hacia el cielo en un resplandor espectral. 

Azorado notó que no era un pico de hielo o una nueva montaña, si no una torre finalmente edificada recortandose contra el cielo azulado y su luna blanca brillante.

Un chillido resonó en el aire. Una extraña aurora boreal inundó el espacio e hizo temblar las estrellas. Rafagas de viento se azotaron contra la nieve de modo violento, un tornado gigantesco impactó su cabeza rabiosa contra el cielo turbulento.

Se acercaban cambios, comprendió. Y no pudo evitar estremecerse, más allá del dementor que se paseaba a unos metros de su posición. 

El crepusculo del Cuarto había llegado. Quizás también se acercara su día, un día en que pudiera cumplir con aquellas promesas que habia hecho largo tiempo atras.

Habían sido cuatro una vez. Vivieron por la aventura y a ella se encomendaron en sus años escolares cómo más alla a la Revolucion. Luego fueron cinco, soñadores eternos, personas enfermas con la oscuridad que estaba amenazando al mundo.

Recordaba a Remus como un hombre tranquilo, pero feroz cuando el momento lo ameritaba, recordaba sus palabras al juramentarse de forma eterna en el vinculo de todos ellos. Recordaba a Amelia, su forma siempre erratica y apasionada, su sonrisa depredadora.

"¡Si!" Dijo una vez ella, su cabello rojo alborotado mientras las llamas brillaban en aquellos ojos  tan brilantes, tan llenos de vida "Cortaremos nuestro camino, nosotros pensaremos en todos cuando nadie lo haga, nuestra historia no está escrita, vamos a reescribir el mundo juntos"

James detrás suyo había hecho su típica sonrisa de Potter orgulloso mientras Lily Evans solo se paraba derecha, la determinacion clara en el rostro endurecido. Los ojos iluminados con el mismo fervor que los acunaba a todos.

Por supuesto, el cuarto merodeador habia faltado. No le habian dado importancia real.

Pero Sirius tarde se dió cuenta de que en realidad sólo habían sido cuatro y luego cinco. Lily y James habían caído bajo la varita de Voldemort tras haberlo desafiado tres veces, el fue encarcelado en medio de un ataque de locura tras perder a dos de sus mejores amigos, Amelia vivia en aquel momento internada en vida con el comando obsoleto de los aurores, Remus fue aquejado por su dolencia de hombre lobo, las heridas de un combate contra un grupo de mortifagos y la soledad de perder a sus amigos. 

La rata... Peter sólo había sido un cobarde traidor y asesino.

Solo el parecia seguir enfermo con el orden en que seguia el mundo, solo el y posiblemente Amelia (hasta donde sabia) habia quedado. Nada habia sabido de Lupin, si estaba vivo o muerto por las heridas. Lo unico que sabia era que Dumbledore permanecia inamovible al igual que los grandes magos, que Harry estaba vivo y Voldemort muerto. Lo ultimo gracias a la cantidad cada vez mayor de mortifagos que habian llegado y los gritos burlones de los guardias del ministerio que de vez en cuando entraban a Azkaban.

Podrían haber sido las estrellas más grandes de su generación. Pero entonces la traición, el deseo de poder, la oscuridad...

Bajo el murmullo suave de las olas y el cambio gestante Sirius Black se propuso una vez más cambiar el mundo. Si no podía ser el de todos que fuera el de uno. Harry Potter, el hijo del hombre que bien podria haber sido su hermano.

Sharingan: El Poder del CaleidoscopioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora