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Frase del capitulo: La ciencia no nos ha enseñado aun si la locura es o no, lo mas sublime de la inteligencia -Edgar Allan Poe.

 Era el tercer día del mes de agosto en Londres, el rugido de los motores provenientes de los automóviles sonaba como un suave ronroneo para los oídos de Filius Flitwick. Había escuchado cosas mas fuertes, mas estremecedoras.

El hombre hizo una mueca, cuando escuchó en su mente el rugido ensordecedor en su cabeza de los cañones de la Guerra de Secesión utilizados por la ICW y MACUSA al ser mejorados disparando con efectos elementales explosivos y de fuerza reforzada. Su visión de vez en cuando se centró en los campos de batalla terrestres de la Primera Guerra Mágica, vio destellos de los hechizos y escuchó los gritos de aliados y enemigos por igual. Las enormes nubes de polvo del rojo anaranjado y el verde intenso chocaban mientras avanzaba hacia las filas de los Siete Señores Oscuros. Incluso con las luces de la batalla, las estrellas de la creación brillaban claras como el día, apareciendo como una vasta e interminable banda de luz en el cielo.

 Flitwick parpadeó ligeramente cuando el destello rojizo de una ambulancia entró en sus ojos.

El viejo campeón de vuelo se deslizó con ligereza a través de las calles, esquivando con sus pasos cortos y rápidos a aquellos que no le veían por la diferencia de altura en su andar grosero y apurado.

Sus pasos se detuvieron cuando se paró frente a la puerta del orfanato donde debía llevar la carta. Sus ojos escanearon la pulcra tinta esmeralda con el nombre del niño y tarareó una vieja música de guerra duende hacia tiempo olvidada por los mismos guardianes de Gringotts.

Hans Flare, ese era el nombre del joven. Una chispa de diversión recorrió los ojos del profesor antes de tocar a la puerta.

Aquello cambiaría el rumbo del Mundo Mágico tal y cómo fue conocido una vez.

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Hans se paralizó por un segundo, dejando que el bocado de torta resbalará hasta su plato una vez más. Nadie se dio cuenta en medio de la alegria y los festejos por su cumpleaños, pero los pensamientos del preadolescente empezaron a bullir de forma descontrolada.

Magia. Una concentración impresionante cómo la que nunca había sentido. Su mente empezó a disparar miles de preguntas a toda la velocidad que podía manejar. Había un ritmo fuerte, antiguo, que antes no estaba allí.

Su cuello ardió mientras sus sentidos se agudizaban. A duras penas evito enviar su magia a los ojos. Aquello solo lograria que fuera aun mas visible como una especie de objetivo.

Y en el aire percibió un extraño acero noble. Acero que no podía ser doblado. Un metal que no podía ser quebrado y sin embargo era maleable, era fluido.

La matrona apareció de repente con un rostro confundido. Un hombre impresionantemente bajo de cabello ordenado y bigote sonriendo a su costado. Por alguna razón su elección de vestuario era una especie de túnica extraña como se usaban en siglos donde aun existían las noblezas de señores de gran poderío y no títeres de decoración. Un aire de siglos atrás combinado con unos ojos brillantes pero afilados.

– Hans el... Profesor Flitwick dice tener algo que hablar contigo –Murmuro la mujer con una mirada algo vacía. Sus ojos parecían estar perdidos en otra parte, algo que le dió una extraña sensación de familiaridad.

Muchos de los niños alrededor suyo miraron con extrañeza al Profesor frente a ellos. Era una persona claramente madura y con años de experiencia, pero su altura pareció convertirle pronto en alguien de quien reírse. Una cosa que el hombre no pareció notar cuando unos cuantos empezaron a recibir ataques de risitas y mofas de las cuales muchas ni siquiera eran disimuladas.

Sharingan: El Poder del CaleidoscopioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora