𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 23 ducharse juntos

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Después de dos semanas, el vínculo entre Matthew y yo había crecido más. Cada entrenamiento juntos no solo fortalecía nuestros cuerpos, sino también nuestros corazones, que latían al unísono con cada sonrisa compartida y mirada cómplice. Mientras tanto, Matthew había estado tejiendo cuidadosamente los hilos de un plan especial. Cuando el padre de Matthew finalmente regresara de su viaje, sería recibido por una sorpresa que reuniría a nuestros padres.

— Mamá, hoy iré al club... Papá quiere verme entrenar — le comuniqué a mi madre durante el desayuno.

Aproveché para salir de casa con mi hermano, que también iba al club. En el camino, solo escuchamos música y comimos snacks.

Siempre que voy al club de la empresa para entrenar junto a Matthew, tenemos el gimnasio solo para nosotros.

Al llegar, lo primero que hice fue ir al gimnasio porque allí Matthew ya me estaba esperando, pero cuando entré, lo vi sentado en el centro del ring y rodeado por algunas víboras boxeadoras. Lo analicé poco a poco; él no hablaba, pero ellas se desbordaban preguntándole cosas. Incluso llegué a escuchar a una preguntarle si tenía novia.

Me puse celosa y eso se reflejó en mi cara, que de una vez se tornó molesta.

— Hola — hablé, haciendo que todos me miraran.

— Oh, señorita Izel, usted aquí — habló una.

— Sí... ¿me extrañaron? — hice un puchero ridículo — Matthew, vamos a entrenar; luego tendrás tiempo de coquetear — solté una risa amarga.

Las víboras bajaron del ring y allí solo quedamos Matt y yo. Él quitó su playera y dejó a la vista su hermoso abdomen marcado, se dio la vuelta y me dejó ver otra vez ese tatuaje que hacía su cuello aún más sexy. También se hizo uno por el costado de su cintura. Noté que era reciente por lo rojo que estaba; era un tatuaje de un escorpión. Me quedé embobada mirándolo.

— Oye tú... oye — me gritó Matt, sacándome de mis pensamientos.

— Umm... ¿qué? — lo miré.

— Vamos, sube aquí, torpe — me ordenó.

— No me mandes, perverso.

Subí al ring, tomé posición y él hizo lo mismo, tenía una sonrisita hostil. En el ring, la energía entre Matt y yo es palpable, cada movimiento sincronizado, cada golpe calculado. La química entre nosotros es evidente mientras nos movemos con gracia y coordinación, trabajando juntos como un equipo bien aceitado. Cada intercambio es fluido y natural, mostrando una conexión única que solo se encuentra entre compañeros de entrenamiento verdaderamente compatibles.

— ¡Ya para! — le grité mientras intentaba sacar su pie de mi cuello.

Me soltó de golpe, tomé un poco de aire y me levanté para ir al baño. Necesitaba agua lo suficientemente fría en mi cuerpo. Entré en el cubículo porque necesitaba orinar y luego salí directo a ducharme, aprovechando que el gimnasio no estaba habitado por nadie más, excepto por Matthew y yo.

— Oye, Izel — me gritó desde la puerta del baño.

— ¿Qué quieres? — pregunté mientras echaba agua en mi cara.

— Me quiero duchar, y la ducha de chicos está cerrada, lo haré en la de chicas... no vayas a entrar.

Me quité la ropa y me quedé en toalla en el baño de chicas, pero despistadamente fui hacia la ducha de mujeres para bañarme, olvidando completamente que Matt estaba allí. Me quité la toalla y solo tenía debajo mi ropa interior, me recogí el cabello y caminé hasta la ducha.

— Izel — habló Matthew, saliendo desnudo de una de las tantas duchas.

— Eh... mi... ¡mierda! — me cubrí rápido con la toalla.

Me quedé de espaldas a Matt, quien seguía aún ahí parado sin reaccionar.

— Jajajajja — lo escuché reír, aclaré los ojos como plato.

— Perdón... — me disponía a salir.

— Me alcanzas mi toalla... ¿pervertida?

Quité una toalla rápida de uno de los ganchos y se la lancé, intentando mirar lo menos posible. Matthew se cubrió y rápidamente me tomó del brazo.

Ay, carajos, me puse demasiada nerviosa. No sabía qué hacer ni a dónde mirar. Matthew me pegó sutilmente a la pared, yo tragué con fuerza. Puso sus dos manos en la pared y yo quedaba adentro.

— Ahora eres una pervertida — rió suavemente.

— No era mi intención, Matt.

— No te creo.

— Ya te dije — intenté salir de su agarre.

— No tan rápido — me dio un beso rápido.

Mi mente estaba sin procesar nada. Las manos de Matthew rápidamente ya estaban acariciándome, una en mi cintura y la otra tocaba mi cara con delicadeza.

Sus labios estaban sobre los míos y su lengua la sentí perfectamente enredarse con la mía. Poco a poco nos fuimos sofocando y luego nos separamos para tomar aire. Una sonrisita cómplice se nos escapó.

— Ya basta — intenté salir nuevamente.

— ¿No necesitarás ayuda en la ducha?

— Pervertido — le di un golpe en el hombro.

Sentimos pasos acercándose y rápido fuimos a escondernos en una de las duchas. Por suerte, estas eran modernas, con puertas.

Matthew tuvo la grandiosa idea de abrir la ducha. La verdad es que creo que no le circula nada por el cerebro. Me deshice de la toalla y me dediqué a sentir el agua sobre mi cuerpo. Entraron dos chicas a las duchas.

— Esther, ¿qué le pasa a la hija del señor Rothschild? ¿Acaso se cree algo? — habló una.

— Ay, sabes lo que pienso... que ella tiene algo con el supuesto entrenador.

— Ay, no, no me digas eso — exclamó la que habló anteriormente.

Yo intentaba reconocer la otra voz. Matthew ponía atención a lo que ellas decían y luego me miraba como diciendo "¿estás escuchando?"

Las chicas salieron del baño.

— Ya puedes salir.

— Pervertida, tú me interrumpiste mientras me duchaba, entonces terminaré de hacerlo.

Matthew desató la toalla que estaba en su cintura y que ya estaba bastante mojada. Yo me puse muy nerviosa e intentaba a toda costa no mirar hacia abajo porque él estaba completamente desnudo. Traté de ignorar su presencia y empecé a ducharme como normalmente lo hago, con la excepción de que él estaba allí y mis nervios estaban increíblemente elevados. Me di la vuelta y empecé a lavarme el cabello, me estremecí al sentir la mano de Matthew haciendo masajes en él. O sea, Matt estaba lavando mi pelo. ¡Qué!

Por si volvemos a vernosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora