𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 27 le creo o no

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A la mañana siguiente, papá me despertó antes de irse al trabajo y me recordó que debía ir a entrenar. Le supliqué que me dejara quedarme, pero su respuesta fue un rotundo no.

Mientras me alistaba, intentaba olvidar por completo que era con Matt con quien debía entrenar. No quería verle ni en pintura y hoy se lo haré saber.

Me vestí deportivamente, hice mi cabello en una coleta baja, ya que por el cabello corto se me dificultaba. Salí de casa y el chofer puso el coche en marcha.

El camino estaba horrible por el tráfico tan amontonado. Luego de unos minutos, llegamos al club. Mi mal genio se notaba a mil. Antes de entrar, me di cuenta de que la moto de Matt ya estaba allí. Subí corriendo y me dirigí directamente al gimnasio.

Cuando finalmente entré, noté que el gimnasio estaba repleto de boxeadores y practicantes de este deporte. Hasta ese momento, no había visto a Matt. Observé cómo salía de detrás del saco de boxeo y mi corazón comenzó a latir con fuerza.

— Chicos, deberían ir al otro gimnasio. Yo me encargaré de algunas revisiones aquí, ya que hay ciertas cosas que necesito revisar —mentí a todos los presentes.

Todos comenzaron a murmurar entre ellos y se apresuraron a recoger sus cosas para dirigirse al otro gimnasio que les había indicado anteriormente. Matthew tenía la mirada fija en mí, pude notar lo ansioso que estaba por hablar conmigo. También se dirigió hacia la salida del gimnasio.

— Tú no —susurré cuando pasó a mi lado.

— Tú dijiste que...

— Sé perfectamente lo que dije —lo interrumpí.

Estoy segura de que en ese momento Matthew entendió todo. Me dirigí hacia los ventanales y cerré todas las cortinas. Él permanecía inmóvil detrás de mí.

Me giré hacia él.

— Izel, lo de ayer fue...

— Sube —le señalé el ring—. Viniste aquí a entrenar, ¿no es así? —lo miré fijamente.

Su expresión se tornó confundida mientras me observaba con extrañeza.

— ¿Qué estás haciendo? —me preguntó al verme caminar hacia el ring.

Llegué primero y luego le hice señas para que subiera también. Me puse los guantes y él hizo lo mismo. La atmósfera se volvió tensa; no se escuchaba ni un solo sonido en el gimnasio, hasta que los puñetazos entre Matt y yo comenzaron a sonar.

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Mientras me enfrentaba a Matt en el ring, sentía una oleada de emociones abrumándome. Cada golpe que lanzaba estaba cargado con una intensidad que apenas podía controlar. Al principio, intenté contenerme, recordando que solo estábamos entrenando, pero pronto me vi consumida por una furia que no podía contener.

Mis puños se movían con una fuerza desbordante, golpeando con una ferocidad que me sorprendía a mí misma. Cada impacto resonaba en el aire, y mi visión se nublaba por la rabia que ardía en mi interior. No podía detenerme, no quería detenerme. Solo quería descargar todos esos pensamientos que la noche anterior no me habían dejado dormir.

Matt, consciente de mi estado descontrolado, intentaba detenerme, pero mis golpes eran demasiado rápidos y furiosos. No escuchaba sus súplicas, no quería escucharlas. Solo quería seguir golpeando, seguir liberando toda esa ira que me consumía.

— ¡Izel, cálmate! —gritaba Matt, tratando de alcanzarme, pero yo me apartaba con rapidez, esquivando sus intentos de detenerme.

Cada golpe que lanzaba me llevaba más lejos, más allá del punto de retorno. No podía parar, no quería parar. Sentía como si estuviera luchando contra algo mucho más grande que yo misma, algo que me empujaba hacia adelante con una fuerza imparable.

— ¡Izel, detente! ¡No quiero lastimarte! —gritaba Matt, pero sus palabras apenas me llegaban por encima del estruendo de la pelea.

— Eres un imbécil —le grité por fin.

A pesar de sus intentos desesperados por detenerme, seguía golpeando con una determinación feroz, sin preocuparme por las consecuencias. Mis puños se movían con una velocidad increíble, y cada golpe era más fuerte que el anterior.

Entonces, en medio de toda esa furia, algo dentro de mí comenzó a ceder. Una voz pequeña en mi interior comenzó a susurrar, recordándome quién era realmente, recordándome que no quería lastimar a Matt. Pero ya era demasiado tarde, ya había ido demasiado lejos.

En ese mismo momento, Matt logró detenerme. Me tomó por los hombros y me alejó de él, en ese punto yo ya estaba completamente rendida, estaba paralizada mirándolo a los ojos.

Me safé de su agarre sin intentar hacer mucho esfuerzo, me bajé rápido del ring para tomar agua.

— Casi me matas —soltó Matthew.

— Me pasé un poco, perdón —me disponía a bajar, pero él me detuvo.

— Sé que estás así por lo de ayer.

— No me importa lo de ayer, Matthew, no me interesa lo que hagas con tu puta vida. Al final, esa es tu forma de ser. Eres un puto mentiroso y no te importa nadie —le escupí.

— Izel, las cosas no fueron así. Escúchame.

— No, no quiero escucharte. ¿Qué me vas a decir? ¿Me vas a explicar cómo te la cogías? ¿O me vas a explicar cuántos mimos le hiciste en el cabello?

— Entiendo cada cosa que estás pensando, Izel, pero no es así. Por favor, siéntate y escúchame —insistió Matthew, con un tono más suave, tratando de calmar la situación.

Me senté en el borde del ring, con la respiración agitada y el corazón aún palpitando con fuerza. Mis manos temblaban ligeramente, pero luché por mantener la compostura. Matthew se acercó con cautela, su mirada llena de preocupación y arrepentimiento. Sus palabras resonaron en mi mente, pero estaba demasiado atrapada en mi propia ira y dolor para escucharlas. Sin embargo, una pequeña parte de mí anhelaba entender, anhelaba encontrar una explicación que calmara el torbellino de emociones que me invadía.

— ¿Viste lo alterado que me puse ayer luego de que estábamos en el restaurante coreano, ¿no? Todo eso fue porque Alexa me llamó y me dijo que estaba en mi casa. Y esa parte verdaderamente fue mi culpa por haber olvidado quitarle la llave que algún día le di.

Lo miré aún confundida, me debatía entre creerle o no hacerlo.

Por si volvemos a vernosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora