Capítulo X

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La noche envolvía los bosques densos mientras Lyanna Stark aferraba con fuerza al pequeño Aegon contra su pecho, sintiendo el latir acelerado de su corazón mezclado con el galope frenético del caballo bajo ellos. A su lado, Rhaegar Targaryen sujetaba a Viserys con un agarre firme, sus miradas reflejaban determinación y temor en igual medida mientras huían del imponente ejército de los Lannister.

El sonido de los cascos resonaba en el aire, acompañado por el estrépito de las armaduras y los gritos distantes de los perseguidores. Las sombras de los árboles se alargaban, envolviéndolos en una oscuridad protectora mientras avanzaban por el camino angosto.

Lyanna sentía el peso del destino sobre sus hombros, la responsabilidad de proteger al último suspiro de la dinastía Targaryen. Sus cabellos oscuros ondeaban al viento, su mirada se mantenía fija en el horizonte, buscando una esperanza en la oscuridad de la noche.

El susurro de las hojas bajo las pezuñas de los caballos era como un eco de la desesperación que los envolvía. 

Esos niños necesitaban volver con sus padres, y solo entonces, ellos podrían buscar libremente a su hijo. A su pequeño Aegon.

No había nada que Lyanna deseara más que encontrar a su pequeño Aegon.

Él debía ser todo un príncipe ya. ¿Ned lo había criado bien? ¿Catelyn habría entendido la situación?

¿Él estaría apoyando a los Targaryen en esa guerra? Debía ser los Stark siempre fueron leales a la casa Targaryen, y él no era solo Stark, era un Targaryen también.

Seguramente Aegon estaba peleando lado a lado contra los Targaryen, Lyanna sonreía pensando en eso.

Su pequeño niño de cabellos oscuros, su príncipe, podría verlo por fin luego de pensar que nunca más volvería a hacerlo.

Lyanna y Rhaegar vieron el barco que debían abordar a lo lejos. No lograrían llegar sin ser rodeados, cuando iban a dar la vuelta, e intentar luchar contra los Lannister, un gruñido se escuchó en el cielo. Un dragón gigantesco descendió del cielo. Ni Rhaegar ni Lyanna habían visto jamás un dragón en persona, pero estaban seguros que ese dragón era más grande que uno normal.

El rugido ensordecedor del dragón Vhagar llenó el cielo nocturno, su figura imponente descendiendo con majestuosidad mientras las llamas danzaban en sus fauces abiertas. Lyanna y Rhaegar apenas podían creer lo que veían, sus ojos se abrieron con asombro y esperanza mientras el gigantesco animal se posaba entre ellos y el ejército de los Lannister.

Fue solo una coincidencia que en su camino a devolver a Lucerys, Aemond y sus hermanos hubieran estado allí. 

Cuando vieron a un hombre de cabellos platinados huir, junto a una mujer y dos niños de similares cabellos, ellos se acercaron sigilosamente desde el cielo, y reconocieron inmediatamente a los niños.

Aegon y Viserys, pero ¿Cómo? ¿Qué hacían allí? ¿Acaso ellos también se habían dormido?

Era imposible. Si ellos se habían dormido ¿Cómo la casa Targaryen había seguido produciendo herederos?

No, algo más había allí, otra clase de hechizos, juegos de poder que ellos no comprendían.

A Vhagar se le unieron, Fuego Sol, Dreamfyre y Tessarion y pronto los Lannister, aterrados ante las gigantescas criaturas huyeron despavoridos.

La incredulidad y el alivio se mezclaban en los rostros de Lyanna y Rhaegar, sus corazones latían con renovada esperanza mientras el destino parecía ofrecerles una oportunidad inesperada de salvación. Pero aún quedaban preguntas sin respuesta, misterios que necesitaban ser desentrañados en el fulgor de aquel encuentro sobrenatural.

La maldición de la casa Targaryen ( Daemyra)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora