V e i n t i s é i s | Palabras lejanas

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Capítulo veintiséis | Palabras lejanas.

Suelto una bocanada de aire muy lentamente.

Soy plenamente consciente de que acabo de hablar sobre aquello. Sobre el accidente. En voz alta.

No sé si estoy aterrada y me siento inestable, o más bien orgullosa de mí misma.

—¿Qué has dicho?

No lo miro. Si lo hago, puede que me eche atrás al ser consciente de que hay alguien prestándome atención.

Solo levanto un poco la cabeza y vuelvo a clavar la mirada en el mar. Me concentro en el movimiento de las olas rompiendo en la orilla. Me olvido de todo y me centro en esa reconfortante imagen.

—La noche del quince de febrero —hablo en voz baja—. Estuve a segundos de morir en el accidente.

Lo noto moverse cauteloso en la arena en mi dirección.

—Sabes que no tienes que hablar de ello si no te sientes preparada.

—Mi hermana y yo nos dirigíamos a una fiesta en su universidad —prosigo—. Decía que no quería ir sola, pero era mentira. Lo que quería de verdad era conseguir que me relacionara con más personas. Que hiciera amigos. Pero yo no quería ir.

—Solo le hiciste el favor.

Asiento.

—Mi plan era quedarme en mi habitación y ver películas hasta quedarme dormida. Pero nunca puedo decirle que no a Lay.

No dice nada. El silencio me incita a continuar.

—Salimos tarde aquel día. Eran alrededor de las doce. La carretera estaba atestada de coches y la autopista era más de lo mismo. Pero entonces, nos encontramos con un tramo donde casi todos desaparecieron. Justo cuando pasábamos una pequeña montaña. Había un acantilado al otro lado de las vallas de protección.

Me detengo y me obligo a inhalar pausadamente.

—Fui la primera en verlo —paso saliva—. Un coche se acercó a nosotras a toda velocidad. Se lo dije a mi hermana y ella trató de esquivarlo. Lo hizo muy bien, en realidad, y durante todo el tiempo intentó que no entrara en pánico. Pero segundos después, el coche volvió. Se quedó a nuestro lado.

—¿Por qué mierda haría eso?

—Pregúntale a él. Solo era un borracho que buscaría divertirse, supongo. Lo cierto es que no tengo ni idea.

—¿No tratasteis de ir más rápido para esquivarlo?

—Laila probó todo lo que se te pueda pasar por la cabeza. Aceleró, dejó que nos adelantara por si eso era lo que quería, cambió de carril... Le dio largas de todas las formas posibles. Pero no funcionaba nada y el coche estaba cada vez más cerca.

—Dime que está en la cárcel.

—Está en prisión, pero me parece que saldrá pronto. Ya sabes, la condicional.

Neithan guarda silencio, no sé si porque no quiere decir algo de lo que se arrepentirá, o simplemente porque está atento a lo que tengo que decir.

—Sentía mucho miedo —confieso—. Pero entonces, el coche desapareció. Sin más.

—Apagó las luces —deduce en voz baja.

Asiento.

—Apagó las luces y aprovechó que ya no estábamos en alerta tanto cómo antes para sacarnos de la carretera.

Siento un pinchazo en el pecho e intento alejar el dolor.

No va a pasarme nada. Ya no puede pasarme nada.

Hasta noviembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora