T r e s | La peor película de la historia

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Capítulo tres | La peor película de la historia.

Desenredo mi cabello mientras vuelvo a mirar el conjunto que he elegido frente al espejo.

Una falda de vuelo color negro, unas medias oscuras, un jersey de color violeta un tanto holgado, y unas converse color blanco.

No me he maquillado demasiado, solo lo justo. Me encantaría llevar capas y capas si supiera como hacerlo, pero andar con productos de maquillaje se me da demasiado mal. Aunque a la hora de desmaquillarme, es rápido y eso sí que me gusta. Aún así, he intentado que la zona de los ojos resalte, como hago siempre.

Me pongo la muñequera que descansa en la mesita de noche y tomo el bolso, asegurándome de que lo llevo todo. Salgo de mi habitación y bajo las escaleras, encontrándome con Lay de frente nada más bajar.

Me observa de arriba a abajo, sonriente.

—Que guapa. ¿Vas a algún sitio?

—Al cine —paso por su lado para alcanzar las llaves.

—Oh, ¿Amy está aquí?

—No, sigue en la universidad.

Y a cientos de kilómetros de nuestra ciudad, de nuestro barrio.

Tener a mi única y mejor amiga tan lejos es un auténtico asco.

—¿Y con quién vas?

—Sola.

Eso no le gusta, lo sé solo con ver su expresión. Ni a ella ni a mi madre, que está escuchando desde la sala de estar.

—¿Cómo que sola? —pregunta y se acerca—. No, no. Sola no vas a ningún lado. Laila, ve con ella.

La lógica de mi madre es extraña. Le da miedo que me vaya sola por si me ocurre algo, pero decide mandarme con la única persona con la que he llegado a tener un accidente casi mortal.

Nunca entenderé a los padres.

—No quiero que venga conmigo —me meto.

—Además, yo ya tengo planes. ¿Por qué no le preguntas a Max?

—Si estoy diciendo que quiero ir sola. ¿Podéis escucharme cuando os hablo?

Me ignoran, como de costumbre.

—¡Max! —lo llama mi madre—. ¡Ven aquí!

Tampoco entiendo por qué lo llama a voces si está viendo la televisión en el salón.

El aludido se pone de pie y camina a donde estamos.

—¿Qué os pasa?

—Tú hermana quiere ir al cine. Ve con ella.

Max me mira con ambas cejas enarcadas.

—¿Tú quieres que vaya contigo?

—No —respondo de inmediato—. Y no por ti, sino porque no me apetece compañía. No me dejan ir si no es con alguien más.

Mi madre empieza a protestar, Lay decide no meterse y Max suspira.

—Déjala salir sola por un día. Estará agobiada de estar todo el tiempo rodeada de gente.

¡Gracias! Por fin alguien que me comprende.

—¡Para qué le pase algo! ¡Parece que piensas menos que ella!

—Mamá, tiene veinte años, por el amor de dios. Sabe cuidarse solita.

—¡Y tenía diecinueve cuando le pasó aquello, qué más dará la edad!

Hasta noviembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora