S i e t e | Orgullo y prejuicio

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Capítulo siete | Orgullo y prejuicio.

—¿En qué mente psicópata cabe que salgas a la calle para leer un libro?

Tardo en procesarlo.

Es él.

Ha venido.

Y el maldito está fumando al mismo tiempo que sostiene mi libro de cualquier manera.

—¡No hagas eso!

Me incorporo y me apresuro a quitárselo.

—¿Hacer qué? —pregunta, confuso.

—No fumes mientras lo tienes en las manos.

—Eh... ¿por qué no?

—¡Porque las páginas olerán a eso! —señalo el cigarrillo.

—Vale. ¿Y?

—Perderán el olor original.

—No sabes cuánto me apena.

—No quiero que mi libro huela a un bar de fumadores.

Levanta las manos en señal de rendición, con el cigarrillo en los labios. Le da una última calada a pesar de estar prácticamente entero y lo arroja al suelo.

—¿Contenta?

—Gracias —ruedo los ojos y vuelvo a mi sitio.

Él duda, pero termina sentándose también.

Podría haberse sentado en cualquier parte del banco, pero ha tomado asiento junto a mí.

Su cercanía me pone un poco nerviosa. Decido centrarme en mi libro e ignorarlo.

Pero mi decisión de hacer como si no estuviera pasa a segundo plano cuando empiezo a preguntarme a mí misma por qué está aquí.

Es decir, mi propósito era devolverle la sudadera. Pero... ¿y el suyo?

—Por qué... —me aclaro la garganta—. ¿Por qué has venido?

—Porque me ha dado la gana. ¿Y tú?

No le respondo. Me quedo mirándolo mal y suspira mientras se acomoda en el respaldo.

—Me gustó este sitio.

—¿No habrás venido a buscarme? —bromeo.

—No sabía que eras tan egocéntrica.

—Un poco —sonrío.

Mete las manos en los bolsillos. Hoy lleva una sudadera de color azul oscuro. Tiene unas palabras de color blanco justo en el centro.

"La muerte es para los cobardes".

Vaya. Qué profundo.

—Quería devolverte la sudadera —admito, intentando romper el hielo—. Pero no sabía si volverías aquí. En realidad no pensaba que fueras a venir, así que no la he traído.

—Ya te dije que te la quedases.

—Pero fue porque hacia frío. Pensaba que querrías recuperarla.

Me contempla sin cortarse.

—Quédatela.

Paso saliva, asintiendo con la cabeza.

Esta vez sí decido centrarme en mi libro. No sé qué más hablar con él, y detesto las situaciones incómodas.

Nos mantenemos en silencio. Termino de leer la página del libro y la paso. Pero entonces, él vuelve a la página anterior.

Pienso que es un intento de molestarme, pero entonces lo veo concentrado en el libro.

Hasta noviembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora