T r e i n t a | Definición de una amistad

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Capítulo treinta | Definición de una amistad.

Estamos en la última semana de agosto.

Solía gustarme este mes. Siempre lo he pasado en la playa. Si no iba con mis hermanos o mis padres, terminaba yendo yo sola. Nunca me ha supuesto un problema pasar el tiempo sola, estoy acostumbrada. Aunque fuera para sentarme en la arena con un libro. Iba por el placer de estar allí.

Este verano es completamente diferente.

Mis padres llaman a la puerta de mi habitación un par de veces a la semana para proponerme planes. La mayoría son en la playa. Siempre les digo que no me encuentro bien.

Mis hermanos llaman cada día buscando exactamente lo mismo. O para llevarme a rehabilitación. O para que baje al comedor. A ellos los mando a la mierda directamente, de una forma u otra.

No quiero ver a nadie. Solo a una persona en concreto. Pero él no quiere verme a mí.

Lo echo tanto de menos que me duele. Y sus palabras no salen de mi mente, haciéndome llegar a una conclusión.

Soy insoportable.

Con tan solo unos meses a mi lado, se dio cuenta de todos mis defectos. Hablo demasiado, me preocupo demasiado, me emociono demasiado. Siempre soy demasiado. Simplemente, no pudo más conmigo.

Desde que supe como pensaba en realidad sobre mí, no he dejado de preguntarme que me esperará con mis hermanos. O con Amy. ¿Estarán de acuerdo con él?

He necesitado un mes a solas, sin salir, sin hablar con nadie, para darme cuenta de que el problema siempre lo he tenido yo.

No.

El problema soy yo.

¿Cómo demonios pude tragarme que me quería por como soy?

Salgo de mis pensamientos cuando escucho mi teléfono. Lo rebusco por la cama con auténtica desesperación, esperando a ver su nombre en la pantalla. Pero solo es Amy.

Solo he hablado un par de veces más con ella desde nuestra última conversación. La primera fue para que pudiera interrogarme porque Max le dijo que había pasado casi una semana en casa del que creía que era mi amigo. No quiero ni decir su nombre. La segunda fue para que me contara sus cosas de la universidad y la gente a la que ha conocido por allí.

Lo que quiere decir que no sabe nada de lo que me ha ocurrido con él. Y no lo sabe precisamente porque he estado ignorando sus llamadas. Pero ella no se merece eso. Me habla todos los días y todos los días la dejo en leído.

Cuelga la videollamada, pero soy yo la que se la devuelvo. No tarda ni un segundo en contestar. Cuando veo su expresión, sé que debería haberla llamado sin la parte del vídeo.

Aprieta los labios, mirándome con cierta compasión. Yo bajo la mirada. No sé qué decir y al final es ella quien, tras suspirar pesadamente, empieza por mí.

—Cuéntame qué ha pasado.

Niego con la cabeza. Solo de pensarlo me dan ganas de hacerme pequeñita y esconderme en un rincón. No quiero hablar de él. Pero al mismo tiempo necesito desahogarme más que nada. Pero no puedo. Odio esa maldita sensación.

—Maddy —insiste.

—¿Para qué me preguntas? Si Max ya te habrá puesto al día. Cómo siempre.

—¿Al día de qué? Si llevas semanas sin hablar con nadie. Está preocupado. Y Laila también.

—Lo superarán —mascullo.

—Me han dicho que llevas casi un mes sin salir de tu habitación.

No digo nada. Me distraigo jugando con un hilo suelto de su sudadera. Sé que soy masoquista, no hace falta que me lo diga nadie. Pero tenerla puesta me calma, de cierta forma. Es cómo si siguiera conmigo.

Hasta noviembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora