4. No se haga la graciosa conmigo

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Al abrir la puerta, entré con una sonrisa en el rostro y los miré con atención

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Al abrir la puerta, entré con una sonrisa en el rostro y los miré con atención. Ambos me observaron y en sus ojos, se manifestaba un sentimiento de inquietud. Me complacía lo que veía.

—La verdadera injusticia comienza ahora. _ Dije con una expresión tristemente fingida.—Estas despedida, acompaña a tu amiga. No te aferres a una empresa injusta que castiga lo que está bien hecho.—Me aproximé a ella y la señalé con el dedo.—estás de acuerdo conmigo.

Aunque me causa una profunda pena, consciente de que ella necesita el empleo, no puedo comprometer la integridad de nuestra editorial por individuos como ella. Mi reputación es fundamental para mantenernos a flote y no puedo tolerar que alguien tan cercano a mí hable de esa manera. Es necesario tomar medidas para garantizar que se mantengan los estándares de comportamiento y profesionalismo en nuestra empresa.

—Señora, por favor, le suplico, si quiere que le ruegue de rodillas, lo haré, pero por favor no me despida.—Las lágrimas caían de sus ojos, la preocupación por perder su trabajo la consumía, en ese momento pensaba que su hijo, yo lo sabía.

Pero no tenía tiempo para pensar en los demás, ahora necesitaba pensar en mí, en mi editorial, en mi familia, en qué pensarían de mí si supieran lo débil que soy.

—No. No cambiaré mi decisión.—Dije con una expresión firme.

—Por favor, necesito el trabajo, lo necesito—Se arrodilló ante mí, con todos sus compañeros de trabajo presentes, todos la observaban y yo, por más que quisiera, no podía hacer nada. Debía mostrarme fuerte y firme con los demás, para sacar lo mejor de cada uno y poder imponer mis propias reglas, tal y como me enseñó George.

—Debiste pensar antes de hablar así de mí. No me importa cuánto necesites el trabajo. Estás despedida, y quiero que recojas tus cosas y te vayas en este momento. De lo contrario, te haré sacar del edificio y será aún peor.

Todos me miraban y yo sabía que había tomado la decisión correcta. No podía permitirme tener compasión por nadie cuando nadie la tenía por mí.

Me acerqué a Mendoza y la observé. Era evidente que quería preguntar qué acababa de ocurrir, podía verlo en su expresión. Sin embargo, estaba segura de que no lo haría, ya que ahora yo era su nueva jefa y había presenciado cómo despedía a otra persona.

—Por aquí es su oficina.—Le dije, señalando hacia lo que sería su nuevo lugar de trabajo. —"Está al lado de la mía. Esté atenta a todo, no quiero errores. Es una orden. Ya he perdido mucho dinero debido a mi antigua asistente".

—"Está vacía", —Dijo Mendoza mientras observaba su nueva oficina con una expresión divertida.

No se haga la graciosa conmigo. Se supone que usted es la que tiene que decorarla.

Antes de ti, no había nada en mí.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora