7. Soy su jefa

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—¿Oh, por casualidad eres Serena Vanderbilt? ¡Dios mío, eres tú! 

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—¿Oh, por casualidad eres Serena Vanderbilt? ¡Dios mío, eres tú! 

—OH, así que ese era tu nombre. —Mendoza murmuró en voz baja. Y yo pretendiendo no haber escuchado lo que dijo, continué diciendo...

—¡Claro que sí! Ahora entiendo por qué me resultas tan familiar.—Dije, recordando aquella niña revoltosa que fue mi amiga.

—Increíble, realmente, encontrarme con mi mejor amiga de la infancia. Nunca imaginé que tendría la oportunidad de verte de nuevo.—Es verdaderamente impactante recordar todo lo sucedido. Los recuerdos de aquella niña tan llena de energía regresan con intensidad, especialmente los momentos en los que solíamos jugar durante los viajes de negocios de mis abuelos. Cuando me llevaban a Corea, donde uno de sus socios tenía una hija más o menos de mi edad, y nos permitían jugar juntas.

Recuerdo a esa niña en particular , que aunque era pequeña, tenía un espíritu tan intrépido que sus travesuras me irritaban. Su energía desbordante parecía no tener límites, y cada vez que la veía correr por la casa, dejando un rastro de desorden a su paso, sentía una mezcla de enojo y agotamiento. Sus juegos a menudo implicaban aventuras salvajes y a veces un tanto peligrosas. Desde trepar por los árboles más altos del jardín hasta chapotear en charcos de lodo, esta niña desafiaba constantemente los límites establecidos, sin preocuparse por las consecuencias. Aunque para ella cada día era una nueva aventura, para mí era una fuente constante de estrés y preocupación.Además de sus travesuras físicas, su falta de consideración por las normas sociales también me molestaba.  Aunque sé que la niñez era una etapa de descubrimiento y aprendizaje, la presencia de ella siempre me recordaba cuán diferente éramos en términos de temperamento y personalidad. A medida que crecíamos, aprendí a tolerar sus travesura.

Cuando me di cuenta de que la persona frente a mí me abrazaba mientras saltaba emocionada, me desconecté mentalmente ya que no me gusta el contacto físico.

Permanecí inmóvil, petrificada, esperando a que la señorita Kim terminara su abrazo para no hacerla sentir incómoda, pero en este caso la paciencia no era mi fuerte, así que con cuidado le dije:

—No soporto el contacto físico, no lo vuelvas hacer.

—Lo siento, Sery. Es que no lo puedo creer, el destino me trajo hacia ti. Estaba pasando por momentos difíciles, sabes, por eso estaba desesperada por encontrar un trabajo, y me encontré con una de tus empleadas que me trajo hacia ti. —Su tono de voz había cambiado, ahora era melancólico y lleno de agradecimiento. Sus ojos parecían que estaban a punto de derramar algunas lágrimas.

—Da-eun, no me llames así, son casualidades de la vida. Me decías que necesitabas trabajo, pero no entiendo qué ha pasado con tu padre. —Antes de que ella me respondiera, miré a Mendoza y le hice una señal para que nos dejara solas.

Antes de ti, no había nada en mí.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora