13. No se que decirle

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Jessy:

—Y todo eso fue lo que pasó...— No lo negaré, estoy asustada. Está sentada frente a mí con una expresión seria, pero la verdad es que se ve hermosa sosteniendo esa copa con elegancia. — ¿No vas a decir nada?

Había pasado estos días pensando en ella, en la suavidad de su cuerpo y en el calor de sus besos. Anhelaba probarlos una vez más. Quería escucharla susurrar mi nombre nuevamente, necesitaba oler su aroma embriagador, sentir su piel cálida contra la mía.

—Mendoza, no sé qué decir.— Susurró antes de beber de un solo trago lo que quedaba en su copa. La dejó en la mesita y se levantó, caminando hacia unas puertas de cristal. Al abrirlas, vi que conducían a un balcón.

Agarré mi copa y la vacié como ella, sintiendo la necesidad del alcohol para reunir el valor de seguirla. Así lo hice, la seguí. La encontré de espaldas, contemplando la luna. El balcón era amplio, adornado con flores que desprendían un suave aroma, una mesita y dos sillones. Al acercarme a su lado, noté que estaba fumando. Tal vez estaba estresada o cansada, no lo sabía, pero me intrigaba el por qué.

—No sabía que fumabas. Es malo para tu salud, te puede hacer daño.— No respondió, permaneciendo en silencio. Así que me coloqué atrás de ella para acercarme más, rodeé su cintura con mis brazos, pegando mi cuerpo al suyo. Aparté su cabello con delicadeza, dejándolo caer sobre un hombro para revelar su cuello. Y darle un suave beso, sintiendo cómo su respiración se aceleraba.

El aire nocturno estaba cargado de una mezcla de fragancias, el humo del cigarro, las flores del balcón, y su perfume que era simplemente embriagador. Su piel se estremeció bajo mis labios y supe que, a pesar de sus dudas, una parte de ella también anhelaba este momento.

—No puedo dejar de pensar en ti, en nosotras.— murmuré contra su cuello. Ella cerró los ojos y dejó escapar un suspiro profundo. En ese instante, supe que estábamos a punto de perdernos en un momento que trascendía las palabras y el tiempo.

Dejó caer el cigarrillo y sus manos encontraron las mías. Lentamente, giró para mirarme. La luna iluminaba su rostro, resaltando su belleza y la intensidad de su mirada detrás de sus lentes. Sin decir una palabra, ella se hizo la resistida, apartando la mirada por un momento, como si luchara contra el torrente de emociones que nos envolvía.

Pero no pude evitarlo. Me acerqué más, sintiendo la tensión en su cuerpo. —Por favor, déjate llevar,— susurré con suavidad. Ella me sostuvo la mirada con determinación mientras sus ojos se mantenían fijos en los míos. Como si una barrera invisible se rompiera, me miró y acercó sus labios a los míos.

Nos besamos, un beso que fue suave al principio, pero que rápidamente se volvió apasionado, lleno de todo lo que habíamos contenido durante tanto tiempo. El mundo a nuestro alrededor desapareció. Solo existíamos ella y yo, unidas en un acto de pura conexión. Sentí sus dedos enredarse en mi cabello mientras mis manos exploraban la suavidad de su espalda. Cada caricia, cada susurro, nos acercaba más, haciendo que el deseo y la ternura se entrelazaran en la perfecta armonía.

Antes de ti, no había nada en mí.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora