1995
La infanta de seis años juega tranquilamente a perseguir las hojas que la brisa invernal se lleva, pero que están abundando en aquel lugar, ya que no tiene permitido ir más lejos. No está en su hogar como para correr, como usualmente lo hacía en su patio trasero, fingiendo ser una aeronave, a punto de aterrizar catastróficamente.
No, al menos por 1 mes.
Todos los años ella y su familia pasan la navidad en una cabaña, queda en un campo, muy lejos de Holmes Chapel, el pueblo en el que ella vive. La cabaña, la habían comprado sus tíos, para que la familia pudiese reunirse en días festivos. Aquella es una absurda costumbre, porque fingen llevarse extraordinariamente, cuando está más claro que lo único que los une es la religión y la sangre.
Mientras sus tres primos y hermana mayor están dentro de la cabaña, decorando unos dibujos que les habían hecho a sus padres, la niña continuaba corriendo a la misma dirección que el viento y las hojas, mientras acomodaba uno de los tirantes color gris claro que cae por sus hombros. No quiere ver a su madre regañándola, diciéndole que no tiene permitido volver a jugar.
O peor. Podía perder la cadena con el crucifijo que le había regalado su tía en la anterior navidad. Ahí sí podían matarla.
Sus pasos se detuvieron abruptamente ante un extraño sonido que provenía del bosque, el cual está detrás de la cabaña, a unos centímetros de esta. La pequeña observó a su alrededor, confundida mientras mordía su labio inferior con sus dientes.
¿Qué había sido aquel sonido?
No entiende, pero nuevamente, se volvió a escuchar ese sonido. Son pisadas sobre las hojas que caían de los viejos y altos árboles. A la pequeña le pareció ver a alguien escondido detrás de un tronco, haciendo que frunciera el ceño una forma adorable.
—¿Hola? —pregunto con una voz curiosa e infantil—. ¿Hay alguien hay?
Luego de aquella pregunta, no pudo evitar sobresaltarse un poco al notar como una mano pálida salía y en cada dedo tenía un anillo de oro, apoyada sobre el tronco de unos árboles y visible para la pequeña.
Ella decidió armarse de valor, formando puños son sus dos manos, dando pasos exagerados hacia adelante, pero volviendo a retroceder de manera torpe al notar que la mano de esa persona extraña reafirma el agarre sobre el tronco, como si se hubiera sobresaltado.
—¡No me estás asustando para nada! —intento ser valiente a pesar de que sus ojos empezaron a llenarse de lágrimas—. ¡Ni un poquito, no me asu-! Oh.
Se retractó de inmediato cuando la mano volvió a esconderse detrás del tronco ¿La había asustado? Pobre mano.
La menor es una persona curiosa, así que empezó a acercarse más a la mano, sin importarle mucho lo fuera aquello o si es peligroso.
Además, siente que está acostumbrada a ese tipo de situaciones.
—Lo siento, ¿Yo te asusté? —dijo sintiéndose feliz cuando la mano regreso a la posición a la que anteriormente se encontraba, pero solo un poco—. Yo no quise. ¿Eres tímida? No te preocupes. Yo soy... buena —dijo en voz alta, sonriendo, mientras se sigue acercando, aun con curiosidad, dispuesta a descubrir quién se encuentra detrás de aquel tronco.
Mordió su labio inferior antes de aproximarse un poco más, pero, antes de estar frente al árbol, sus padres empezaron exclamar su nombre desde la cabaña, a punto de ir a buscarla. Sus ojos se dirigieron a la cabaña por un momento, y cuando miro nuevamente al bosque, sintió que el aire quedo atorado en su pecho cuando una alta, oscura e indescifrable figura se asoma por detrás del árbol, luciendo aterradora y terrorífica.
Corrió en dirección a sus padres como si no hubiera un mañana, sin siquiera voltear, con sus mejillas empapadas de lágrimas y su rostro congelado por la fría brisa que las seca. Una vez dentro de aquella cálida y familiar sala, se sintió un poco más a salvo, y no volvió a salir, creyendo que aquella cosa podía cazarla y comérsela viva.
Aunque, incluso detrás de las paredes bendecidas... Comienza a sentirse observada.
Demasiado.
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Dancing With The Devil //Sasharcy
RomanceEs 1967 y Marcy está harta de ser aquella chiquilla religiosa la cual todos molestan. Cansada de un dios que finge oídos sordos, toma sus propias riendas as escondidas. ¿Qué tan mal podría irle si recurre a la mismísima Diabla? ¿Qué tan rápido le o...