Amar A La Diabla Duele

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Luego de haber salido de la iglesia, su familia fingió no notar lo extraño que se ve. Su madre preguntó un par de veces si se encuentra bien, debido a que su hija parece tener serios problemas para caminar.

Iba a seguir todo como lo planeó junto al sacerdote, sin arruinar las cosas... más de lo que ya lo están.

Fue un poco obvio el cansancio en su cuerpo, ya que apenas llegó a su casa, bajó los escalones que dirigían hacia su cuarto, cerró la puerta, apenas su cuerpo estuvo sobre su cama, se durmió. Ni siquiera supo cuánto tiempo, o si alguien intentó llamarla. El malestar es demasiado fuerte, y el dolor en su pecho insoportable. Se preguntó, internamente, si estaba muriendo. Rogó que fuese así, para no volver a sentir jamás en su vida aquel intolerable vacío.

Cuando amaneció al siguiente día, ni siquiera supo cuánto tiempo permaneció observando el techo, respirando de manera pesada mientras su madre se adentra a la habitación, y le toma la temperatura corporal. No tenía fiebre, ni tampoco nada de temperatura, por lo cual se consideraba, físicamente, bien, y debía asistir a clases.

—Pero no me siento muy bien —mencionó, mientras se sienta con lentitud en su cama, con la mirada fija en los ojos de su madre—. ¿No importa?

La mayor posicionó su mano sobre la de su hija, dedicándole una cálida sonrisa—. Todo es debido al trabajo que el Padre está haciendo en ti. Dios es misericordioso, hija. Lo que sea que haya pasado, lo que sea que hayas hecho... —negó lentamente con la cabeza, aun sonriendo.

Marcy la observó con cansancio, como si quisiese morir allí mismo.

— Él lo dejará pasar.

—Bueno, pero, ¿qué tiene que ver eso con ir a clases?

La mano de su progenitora sostuvo la suya con más fuerza, como si le estuviera brindando algún tipo de apoyo—. Si permaneces encerrada, no mejorarás. Tienes que salir, estar con tus amigos, que de seguro te extrañan mucho.

La joven rio sin ganas ante aquel comentario, pero asintió lentamente, dejando pasar aquello—. Tienes razón. De seguro...

La joven morena se cruzó de piernas, sentada en un banco de las mesas de la cafetería, observando con duda a su amiga frente a sí, quien se ve como un cadáver

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La joven morena se cruzó de piernas, sentada en un banco de las mesas de la cafetería, observando con duda a su amiga frente a sí, quien se ve como un cadáver.

—Te ves un poco...

—Sí —Marcy, quien sostiene un tenedor con comida, está así desde que tomó el contenido del plato, sin siquiera probar el primer bocado, asintió lentamente.

—Te vez como... no sé —la castaña hizo una mueca, aproximándose a la azabache, tomándola del rostro con una mano y aplastando un poco las mejillas de esta—. Como muerta.

—Desearía estar muerta.

—¡No digas eso! —la regañó, con una mira seria mientras cruzaba los brazos.

Dancing With The Devil //SasharcyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora