Castrati

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Oír el desconsolado llanto de una madre desesperada por haber perdido a su hijo en la sala de espera del hospital no es nada reconfortante para Marcy, la cual tiembla en los brazos de su hermana mayor, quien le acaricia con una mano su pelo e intenta consolarla, diciéndole que nada de lo que había pasado fue su culpa.

Pudo haber aguantado un par de quemaduras en su piel, porque no son nada comparado a un ataque al corazón. No hubiese pasado de un castigo, porque su padre jamás podría herirla con gravedad.

Aunque, luego de los acontecimientos ocurridos, no lo sabe con exactitud.

Ambas hermanas Wu observaron la puerta del frente en cuanto esta se abrió, con su madre saliendo y dedicándoles una débil sonrisa. Marcy no sabe si aquello es bueno o malo. Su madre se acercó a sus hijas, tomando el asiento a un lado de Darcy y observándolas por un momento.

—Niñas, no lloren. Su papá está bien, se va a recuperar —dijo dándoles un beso en la frente para hacerlas sentir mejor—. Tienen que rezar y Dios va a arreglarlo todo. Estará en observación esta noche, y se va a recuperar, poco a poco. No debe llevarse disgustos, y debe comer saludable. Lo cuidaremos entre las tres, tranquilas, todo estará bien.

A pesar de la sonrisa de su madre y el profundo suspiro de alivio saliendo por los labios de Darcy, Marcy tiembla como la hoja de un árbol, y tiene el color de esta. Está descompuesta, mareada y disgustada.

—Dars, cielo, ve con tu hermana a la cafetería —dijo entregándole dinero a la mayor de las dos—. Cómprale a tu hermana un chocolate caliente y una dona. Tú también cómprate algo. Es una noche muy fría. Me quedaré aquí, asegúrate que tu hermana esté bien ¿De acuerdo?

—De acuerdo.

Darcy asintió con la cabeza y ayudó a su hermana a ponerse de pie, caminando fuera de la sala de espera. Recorrieron el hospital hasta finalmente llegar a la cafetería, la cual está casi vacía, a excepción de unos ancianos en unos asientos de la esquina, bebiendo tazas de café y charlando en voz baja. Darcy dejó a su hermana en un asiento de una mesa de las esquinas y acarició su pelo.

—No me tardo, quédate aquí —le dijo antes de ir a pedir la comida. Mientras Marcy se encoge de hombros en su sitio, sintiéndose más pequeña mientras intenta dejar de temblar. Muere de frío, y de miedo.

Tiene ganas de continuar en los brazos de Sasha. No se siente a salvo, está desprotegida, y tan nerviosa que apenas puede verla de reojo.

Es su culpa. Su padre había tenido un ataque al corazón, y ya no podrán verse mutuamente a la cara. Su familia va a sospechar de ella, se preguntarán quién es "Sasha" y la acusarán, para luego matarla a golpes.

El alma de la azabache va a ser arrebatada de la peor manera posible, e incluso sabiendo que acabara en el infierno, nunca dejó de sentir las ganas de ser envuelta por los brazos de la rubia. La quiere tanto, necesita aquello, y más.

Las tazas siendo apoyadas bruscamente sobre la mesa, la sobresaltaron, interrumpiendo sus pensamientos y acurrucándose más contra su asiento. Su hermana se sentó frente a ella y dejó el plato con las cuatro donas de chocolate en el medio.

—Come, Marcy —le ordenó.

No negará que tiene hambre, pero siente que podrá vomitar en cualquier momento. La culpa no se va de su mente y, aparentemente, tampoco de su estómago.

Intentando dejar de pensar, respiró profundamente antes de sentarse derecho y tomar una dona, dando un pequeño mordisco y masticando lentamente. Su hermana suspiró y bebió de su café frío, relamiendo sus labios.

—Marcy, yo te creo, sé que nunca en tu vida tocarías un cigarrillo.

—Gracias... —la chica le sonrió débilmente. Tragó la comida de su boca y dejó la dona sobre la mesa, tomando delicadamente su taza y soplando el contenido antes de darle un sorbo, sintiendo la bebida arder en su pecho.

Dancing With The Devil //SasharcyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora