❝Aunque quisiera evitarlo, no podía. Ella ya estaba enamorada de él, y sus ojos azules como el mar eran irresistibles. No solo por ese hermoso color azul, sino porque en ellos podía ver un mundo de emociones y experiencias que la cautivaban.❞
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Seori regresó a casa después de un campamento lleno de sorpresas inesperadas. Aunque estaba emocionada por la presencia de Percy en el campamento, nada salió como ella esperaba. Sin embargo, Seori era consciente de que la vida no siempre se desarrolla según nuestros deseos.
Afortunadamente, el regreso a casa fue tranquilo y reconfortante. Al abrir la puerta, Seori fue recibida por el dulce aroma de las fresas, su fruta favorita. Su madre, sabiendo cuánto le gustaban, había preparado un gran tazón de fresas frescas. Este gesto cálido y amoroso hizo que Seori se sintiera querida y acogida.
Aunque su madre tenía la esperanza de encontrar a Seth con la mirada, no lo hizo. En cambio, sus ojos se encontraron con los de una chica de tez morena que estaba en la sala de estar. El ambiente se llenó de un breve silencio mientras las tres mujeres se examinaban con curiosidad y expectación.
—¡Hola mamá!—saludó Seori al entrar en la casa, rompiendo el silencio.
Su madre no respondió de inmediato, pero abrió sus brazos de par en par para darle un cálido abrazo. El amor y la alegría se reflejaban en sus ojos mientras acogía a su hija en sus brazos. Luego, su mirada se dirigió a la otra chica presente, y Seori supo de inmediato quién era.
—Debes ser Clarisse.—dijo Joyce con una sonrisa amable, extendiendo su mano hacia ella.—Un gusto conocerte, linda. Yo soy Joyce, la madre de Seori.
Clarisse asintió con timidez, aceptando la mano extendida de Joyce.
—Es un placer.
Joyce devolvió la sonrisa, sintiéndose aliviada al ver que Clarisse parecía amable y genuina.
Mientras tanto, Seori observaba la interacción entre su madre y Clarisse con alegría. Estaba agradecida de que su madre hubiera aceptado a Clarisse tan abiertamente. Era un alivio ver que ambas mujeres se llevaban bien desde el principio.
Joyce rompió el silencio, dirigiéndose a Clarisse.
—Preparé una habitación para ti en cuanto Seori me dijo que vendrías. Pero si prefieres dormir en la habitación de Seori, también está bien. Quiero que te sientas cómoda y en casa
Seori suspiró mientras reflexionaba sobre su situación como semidiosa. Aunque anhelaba tener una vida normal y sin complicaciones, era consciente de que eso no sería posible. Ser una semidiosa significaba estar destinada a vivir una vida llena de aventuras, desafíos y responsabilidades que la mayoría de las personas no experimentarían.
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