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Desperté nuevamente en la cama de un hospital, esta vez no estaba sola Mati estaba conmigo.

—¿Como estás? —preguntó apenas me vio abrir los ojos.

—Bien… creo.

—Iré a buscar al doctor. —salió y a los pocos minutos volvió con el mismo doctor de la última vez.

—¿Como te sientes? —preguntó acercándose a revisar mis signos. —¿Dolor de cabeza?

—Un poco.

—Es normal, la señorita Matilde me contó sobre lo sucedido y es normal. —explicó mientras leía unos papeles. —El saber que estas casada y lo que sucedió en horas previas a eso fue demasiado impactante para tu cerebro y sobre todo para la fuerte frustración qué debes de sentir por no recordar… —siguió hablando pero deje de escucharlo, no quería saber nada por el momento.

—Dijo que tenias que quedarte unas horas en observación, sí todo estaba bien podemos irnos. —me senté en la orilla de la cama cuando volvió a hablar. —Emma esta llegando. —dijo mientras veía su teléfono. —Voy a buscarla, esta muy nerviosa.

Salió y me quede esperando en el mismo lugar, me siento sumamente frustrada por no poder recordar a mi mujer, a mi futuro bebé, a mis amigos, mi vida. Nada, solo pequeños destellos qué no me revelan nada.

—¡Melissa! —Emma entró casi corriendo. —Oh dios, estas bien… —comenzaba a calmarse y yo por otro lado no pude retener mis lágrimas, que eran de frustración, tristeza, dolor y miedo, mucho miedo de perder lo que durante años he construido. —Mel… —no podía verla, las lágrimas me lo impedían, pero lo que más me dolía era lo que estuve a punto de hacer, no quiero seguir así porque no sé quien soy, no sé quien es Emma. ¡No sé nada!

—Perdón. —dije sin levantar la mirada y sentí como Mati volvía a sentarse en el sofá. —Perdóname… yo no quería, pero tampoco recordaba nada… creía que esa era mi vida… de verdad lo siento, perdóname.

—Mel, ¿De que hablas? —se paró delante de mi, pero seguía sin atreverme a mirarla.

—Yo… te engañe con otra mujer… —dije, derramando más lágrimas.

—¡NO! —Mati grito y se acerco a nosotras. —Eso no es cierto. —puso una mano en mi hombro y la abrace porque ella es mi única amiga.

—¿Quieres explicarme, Matilde? —dijo Emma y su tono era amenazante.

—No lo puedo creer, Matilde. —Emma estaba demasiado molesta, podía saberlo por su voz. —Sabes perfectamente que ella no puede ir a jugar como cuando tenía quince años, ¿En que estabas pensando? —esta vez se dirigió a mi.

—Amor, yo sólo quería sentir esa adrenalina, sentirme viva mientras jugaba… —Intente explicarle pero ella se arrojo a mis brazos. —No quería pensar en nada y le pedía a Mati qué fuéramos, ella no tiene la culpa de nada.

—Te pudiste hacer daño… —susurró contra mi cuello.

—Pero estoy bien…

¿Estas bien? —preguntó Mati alejándose de mi. —¿Otro recuerdo? —asentí. —¿Importante?

—No, creo que no tiene relevancia.

—¿Quieres contarnos? —preguntó Emma, que ya estaba sentada a mi lado.

—Le gritaste a Mati como lo acabaste de hacer. —levante la mirada encontrándome con esos hermosos ojos qué me hipnotizan. —Creo que fuimos a algún sitio a jugar y estabas preocupada por mi, no sé porque te preocupaba qué me hiciera daño…

—¿No recuerdas la lesión qué tuviste en la adolescencia? —preguntó Mati mientras se sentaba frente a nosotras. Negué porque no sé de qué habla. —Cuando teníamos catorce estábamos jugando voleibol en una cancha cerca de tu casa, querías entrar al equipo en la universidad entonces entrenabamos todas las tardes con un equipo que lo hacía en esa misma cancha. El problema era qué eran más grandes que nosotras…

—¿Por qué quería entrar al equipo?

—Dos años antes a eso, comenzaste a tener problemas con la comida lo que provocó qué subieras demasiado de peso.

—No recuerdo nada de eso. —dije aún más molesta porque en lugar de recordar, parece que olvido más años de mi vida. —¿Qué lesión tuve?

—Ese día fue complicado, era como si el universo te estuviera diciendo desde que despertaste qué tuvieras cuidado. —por más que intento recordar no logró ni siquiera verme jugando con otras chicas. —El punto es que desde temprano estabas teniendo como pequeños accidentes, tropiezos y ese tipo de cosas, llegada la tarde ya en la cancha tenías tanto ímpetu qué no estabas midiendo la fuerza con la que buscabas el balón y los remates a las otras chicas, en una jugada cerca de la red ibas demasiado fuerte y la del otro equipo notó que te ibas a chocar contra ella, tuvo una rápida reacción de reflejos, ella también hubiera salido lesionada de alguna pierna… se hizo a un lado y te fuiste de frente contra el poste.

—¿Me pegue en la cabeza? —pregunte confundida.

—No, afortunadamente tus reflejos fueron buenos y tu cara lo esquivo, lo que no tuvo la misma suerte fue tu hombro y tu codo.

—¿Qué sucedió?

—El codo tuvo un feo golpe, pero tu hombro se llevó la peor parte, al principio creímos qué solo estaba dislocado y el entrenador ayudo a ponerlo en su lugar. —se acercó a mi y puso su mano en mi hombro izquierdo. —El problema llegó cuando en las siguientes semanas en los entrenamientos o en partidos se salía de su lugar con facilidad. —comenzó a mover sus dedos y sentía un chasquido en mi hombro. —¿Lo sientes? —asentí. —Te tuvieron que operar para arreglar algo sobre el manguito roto, la verdad no recuerdo bien. Funcionó hasta que cuando te dijeron que podías volver a jugar en una fuerte caída nuevamente se salio de su lugar.

—¿Ya no quedo bien? —pregunte sorprendida.

—El daño que provocó cada vez que se dislocaba se intentó arreglar en la cirugía lo mejor posible, lamentablemente ninguno se dio cuenta del grave daño que te hacíamos al ponerlo de nuevo en su lugar y es por eso que tienes un chasquido. —moví mi hombro y tenia razón, no dolía pero si era incómodo.

Luego de esa historia qué me contó Mati, no me sentía con ánimos de seguir preguntando más y solo me dedique a observar a través de la ventana. Las gotas de la lluvia corrían libremente por la ventana, eran libres y yo me sentía en una maldita prisión de mi mente, me sentía presa de mi recuerdos y de mis sentimientos.

R.

Recuérdame.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora