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Pov. Mati.

Me sentía sumamente agradecida con la vida por poner en mi camino a Alma, pero lo que más agradecía era qué nuestra relación nunca se volvió fraternal, me oriento en mi adolescencia y estaba agradecida pero llegados mis dieciséis años mi manera de verla cambio totalmente.

—Llegué amor. —dije entrando a la casa que compartió con mi padre. —¿Estas bien?

—Si. —susurró. —Solo me siento melancólica. —volvió a susurrar.

Se preguntaran porque no nos mudamos y la respuesta es sencilla, después de mucha indecisión por parte de ambas fue Alma quien me pidió modificarla y eso hice, lo hablamos, lo planeamos y este nuevo hogar no es el mismo que el de hace tres años. Lo malo del cambio fue qué tuvimos que vivir por casi seis meses en una habitación de hotel y digo casi porque los otros dos meses la pasamos en casa de mi madre.

—¿Sucedió algo? —pregunte sentándome a sus pies y rápidamente se sentó colocando sus piernas sobre las mías y abrazandose a mi. —Mi Alma...

—Lo siento, estoy en mi periodo y me llegan sentimientos qué chocan. —me explicó y rápidamente entendí que era lo que sucedía.

—¿Quieres decirme que pasa por tu linda cabecita? —la abrace por la cintura y se alejo un poco para verme directamente, amo sus hermosos ojos color chocolate.

—Nuevamente siento que te robo tus mejores años...

—¿Cuales años? Si los mejores qué recuerdo son a tu lado. —le robe un beso antes de seguir. —Llevamos juntas diez años ¿no crees que esto ya es como un matrimonio?

—¡Pero no lo es! —con eso entendí otra cosa que ella no había dicho y mucho menos mostrado interés, el matrimonio.

—Perdóname, por favor perdón. —ahora fui yo quien busco sus brazos. —Lamento ser tan cobarde...

—No eres...

—Sí lo soy, amor. Soy una cobarde porque debí pedirte que fueras mi esposa desde hace años, pero no me atrevo porque tengo miedo que todo cambie cuando tengamos ese papel, sé que necesitas ese título a pesar de que para mi ya eres mi mujer y yo tú mujer. —solté un fuerte suspiro antes de seguir. —Tu y yo lo sabemos, y siento mucho que haya tardado tanto en darme cuenta que lo necesitamos y no, no me estas obligando a ser esposas, yo lo quiero hace mucho y sé que tú no lo propusiste porque yo siempre te he dicho que no quiero casarme, que eso es solo una farsa, que deje de creer en el cuando mamá me contó como se vio obligada a casarse... y todo eso son solo pretextos. —me levante y fui a mi oficina qué tenía en la casa. Regrese con la cajita que tenia guardada ya hace bastante tiempo. —Te amo con todo mi ser, eres el amor de mi vida y quiero que siga siendo así, porque como te lo dije cuando comenzamos nuestra relación; solo existen dos momentos en los que quiero estar contigo, ahora y siempre. —abrí la caja mostrando un hermoso anillo en oro, con algunos diamantes pero lo que más resaltaba y por eso me encanto era el rubí en el centro.

—Ahora y siempre. —dijo antes de besarme con todo el amor que siempre me demuestra a través de ellos, la amo y eso nunca va a cambiar.

Hace doce años.
Los problemas entre papá y Alma siguen aumentando, llevan más de un año durmiendo en habitaciones separadas y desde hace unas semanas que papá no llega a dormir, eso no me sorprende porque no es la primera vez que sucede.

Buenos días. —le dije a Alma qué ya estaba en la mesa esperando a que sirvieran el desayuno.

Buenos días, niña. —ella sabía que odiaba qué se dirigiera a mi de esa manera y aún así seguía haciéndolo. ¿Mati puedo decirte algo? —sospechaba qué podía ser y asentí a su pregunta. —No quiero dejarte después de lo que pueda suceder entre tu padre y yo, pero creo que es probable que me vaya de esta casa...

Recuérdame.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora