Capítulo 26. - Mía

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Pensamientos

Mensajes de texto, correos o cualquier tipo de lectura.

Abrumada y preocupada la castaña se encontraba en la primera planta de la casa de playa, sentada frente al televisor descifrando los diálogos de los actores y actrices en lo que parecía ser una serie popular en el país.

—¿Qué no la rubia era lesbiana? —se preguntó al ver como la actriz iniciaba una sesión de besos con el protagonista de la serie. —Siempre arruinando lo que pudo ser el mejor plot. —se quejó amargamente al ver a ambos personajes entrar a una habitación. —Tiene más química con la otra rubia que con ese tipo. —abrazando el cojín de la sala para una postura más cómoda se acostó en el mueble.

—¿Por qué estás viendo pornografía heterosexual?

—¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah! —gritó ante el repentino sonido.

—¿Qué?

—Me asustaste. —sin dejar de abrazar el cojín la castaña examinó el rostro serio de su novia quién había ingresado por la parte trasera de la casa.

—Dejé las sandalias en la terraza, no quiero llenar la casa de arena. —cruzada de brazos observó el cabello húmedo de la tailandesa, vestida con shorts azules y una camisa oversize blanca. —Iré a tomar una ducha. —dijo mientras se dirigía a la segunda parte del inmueble.

—¿Jennie?

—¿Sí?

—¿Podemos hablar?

—Me ducharé primero, disfruta tu pornografía. —sonrió ante sus palabras. —Sube en 15 minutos, ¿de acuerdo?

—Sí...—observó a su novia subir por las escaleras mientras sonreía al tenerla bajo el mismo techo, sana y salva. —Una preocupación menos. —regresó la vista hacia el televisor y analizó la escena. —Los hombres no tienen idea de lo que hacen. —dijo en voz alta al ver al protagonista en la cama con la rubia.

Frente a ella los personajes tenían lo que parecía ser una discusión. Sin embargo, la castaña contaba los segundos en su mente con tal de tratar de acelerar el tiempo y poder sostener una plática con su novia y aunque imaginaba escenarios de los posibles caminos que tomaría la conversación, estaba convencida de hacer lo que fuera con tal de contentar a su coreana.

—Suficiente. —tomó el control y apagó el televisor. —De todos modos, no entiendo nada. —arrojó el control remoto hacia el mueble más pequeño, suspiró y subió a la habitación principal. Deseaba correr hacia el dormitorio, pero su cuerpo nervioso solo le permitió dar pequeños pasos hasta divisar la puerta semi abierta de la habitación. 

—¿Jennie?

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—¿Jennie?

—Ahora salgo. —escucho la voz de la pelinegra provenir del baño. El tono de voz de la coreana era menos tenso que hace una hora, acción que la tranquilizó.

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