𝟎𝟒 . 𝐄𝐒𝐏𝐈𝐍𝐀

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No tenía fuerzas, mi cuerpo pesaba y mis ojos ardían de tanto llorar, perdí la noción del tiempo que ya ni siquiera sabía cuántas horas habían transcurrido desde que entré en esa tina llena de agua

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No tenía fuerzas, mi cuerpo pesaba y mis ojos ardían de tanto llorar, perdí la noción del tiempo que ya ni siquiera sabía cuántas horas habían transcurrido desde que entré en esa tina llena de agua.

Sé que prometí no rendirme y mantenerme fuerte, pero me siento tan agotada de todo.

Ya tenía un mes sintiéndome de esa forma.

En todo el rato que llevaba ahí, el mismo pensamiento iba y venía dentro de mi adolorida cabeza.

¿Debería sumergirme por completo?

Al fin y al cabo ya no tengo nada qué hacer aquí, nadie me necesita, nadie me extrañaría.

Solté un largo suspiro liberando el aire que me quedaba y resbalé lentamente por las paredes de porcelana, ya estaba por completo bajo el agua.

Miles de pensamientos surcaron mi mente.

Los momentos que pasé con mamá durante mi niñez no fueron los más lindos, pues ese hombre del que me negué en llevar su apellido nos hizo la vida imposible con su adicción al alcohol y problemas de ira, así pasamos varios años hasta que un día simplemente recogió sus cosas y se marchó para ya no volver.

Las cuentas pendientes no se hicieron esperar, sin darnos cuenta sacó varios préstamos a nombre de mi mamá y ahora que él ya no estaba, no le quedó más opción que hacerse cargo de pagar o de lo contrario cumplirían con sus amenazas de cobrarse con nuestra propia vida.

Fue todo eso lo que nos hizo terminar en esa gran casa, tan ingenuas.

Mi corazón palpitaba con mayor fuerza y mis pulmones intentaban recuperar oxígeno para seguir bombeando.

Cada vez estaba más cerca del fin.

Y sin pedir permiso, ese par de ojos zorrinos irrumpió en mí.

Nuestro primer encuentro fue cuando él tenía once y yo quince, a primera vista pareció tratarse de un niño consentido por sus padres que le daban los juguetes que quería para evitar que llorase.

O quizás, solo buscaba llenar un vacío emocional con cosas materiales.

──Noona, ¿Puedes jugar conmigo? ──Pidió en tono tímido mostrándome su consola de juegos.

──Soy muy mala con los vídeo juegos, así que primero tendrás que enseñarme como hacerlo ──Sonreí revolviendo su cabello, él intentaba ocultar su notable sonrojo.

Jeongin ¿En qué momento te volviste una espina en mi corazón?

El instinto humano de supervivencia me comenzaba a invadir, aun así intentaba con todas mis fuerzas resistirse y dejarme llevar por la imaginaria marea.

𝐈𝐍𝐌𝐀𝐃𝐔𝐑𝐎 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora