tintados de rojo perfección

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Era otro domingo más en en que la noche fria y traicionera tornaba el azul cielo a un color negro. La misma oscuridad que recorría la mente de Coraline. Tumbada en su cama, con ojos rojizos por las cascadas de lágrimas derramadas y con una expresión de suma decepción, de nuevo las notas no superaban sus expectativas y daba vueltas y hacia cálculos solo para llegar a la conclusión de que la media del anterior trimestre, disminuiría. Escribía angustiada y de forma rápida, con una letra que de tan fina, pequeña y junta, formaba líneas que al final resultaban ilegibles. Se corría toda la brillante tinta roja con la que escribía aquellas palabras de complicada lectura por toda su habitación, manchando el cuerpo de Coraline y las sábanas. Era ya para esta costumbre que con gran descontrol toda la tinta se le escapase del papel, sabía como solucionarlo. De él más escondido recoveco de su cuarto, sacaba un producto, que al derramar sobre toda aquel desorden de manchas rojas, las hacía mágicamente desaparecer.

Tras limpiar todo aquello, cesaron las cascadas de lágrimas y se enclarecieron todos los pensamientos que recorrían la incierta mente de Coraline. A pesar de lo tarde que era, se introdujo en el libro de texto y todos esos apuntes, con sus ojos hinchados y ojerosos pero ahora con la mente clara, comenzó a estudiar. Aunque finalmente callo rendida sobre todo aquello, se la había pasado velando por sacar mejor nota.

Pocas horas después despertó con el melodioso tono de la alarma, dándose cuenta de que aquella noche que se había propuesto ser algo productiva, no lo había conseguido, devolviendo así aquella mueca decepcionada a su cansado rostro. Desganada se preparó un largo café y se vistió, guardó su material escolar en la mochila y se la puso en el hombro. Salió por la puerta y fue al colegio, aquel tortuoso lugar del que tanto su mente le costaba desconectar a pesar de que no estar allí. Sus ojos se cerraban solos con solo escuchar a primera hora la soporífera voz del profesor de geografía que trataba de despertar un tanto de interés en sus alumnos, sin éxito.

Pasaron varias clases más, se las pasó pensando en el examen que tendrían a última hora, necesitaba aquel ansiado aprobado, pedo no solo el aprobado, si no más bien la superioridad frente a todos los de clase, ser la mejor era lo que desde pequeña ella misma se había inculcado, lamentaba que así esto hubiera sido, pues vivir dependiendo del número final que la suma de cada puntuación de un ejercicio corregido a desgana por un mal pagado profesor, no era sano. Su mente notaba, cada vez que más exámenes se acercaban, como está se apagaba, y se rendía. Y bajo la oscuridad de la incierta noche, sufría por la perfección.

Tras una clase más, la última hora llegó. Era un examen de lengua, de un tema que todo el mundo llevaba con dificultad, Coraline había estudiado duro para ello, aunque al final del todo hubiese cansado tanto que se bloqueaba y ni sus brazos, que al final colapsados apretaba con fuerza el bolígrafo y dejaban salir la roja tinta de este. Entonces sin dejar a su mente preguntarse si lo sabia bien todo, la hoja de papel con las cuestiones y ejercicios a responder, estaba enfrente suyo. El tiempo iba en contra de ella. Las respuestas empezaron a salir de Coraline, aunque inseguras, escribía con el bolígrafo tricolor, del cual esperaba que aquella tinta roja perfección no volviese a escaparse.

Sonó el timbre que daba por finalizado el examen. No esperaba que aquello le sucediese a ella, se había bloqueado, el examen estaba manchado de rojo, de un rojo imaginario, de un rojo que podía marcar como incorrecta toda y cada una de sus  respuestas, que sabía que no tenían el más mínimo sentido. Trató de que el sollozo no dejase caer ninguna lágrima mientras sus compañeros victoriosos sostenían que el examen había sido muy fácil. No podía ser que aquellos mediocres alumnos, que no se esforzaban por estudiar y que se mostraban indiferentes a sus calificaciones había  resuelto todo con más facilidad. Eso la corrompía por dentro. 

Salió solitaria ocultando sus lágrimas, ignorando a sus amigasy a los compañeros que le preguntaban por el examen, ansiosos por saber que era lo que había respondido la lista de la clase. La lista de la clase ya no era igual de inteligente, o al menos era eso lo único que sus pensamientos, manipulados por la palabra perfección decían. Era muy probable que suspendiese. De repente, aquel papel que ayer había sido sorprendido por el bolígrafo de perfecta tinta roja, ardía. Ardían sus brazos que con la palabra debo ser perfecta escrita formando casi una línea perfecta en estos, estab roja, provocando dolor. Un dolor que merecía. Cada autolesión del color de la perfección era por un error humano, que ella castigaba de tal manera que se generaba dolor. Era por eso la gran angustia del suspenso que se pasaba por su mente, hacía arder los grandes cortes color rojizo que en la oscuridad de la noche había hecho para castigarse por no llegar a la excelsitud.

Coraline apretaba con fuerza aquel ardiente papel, su piel, esperando que todo el sufrimiento terminase, buscando la solución incorrecta a aquel problema sin solución. Como si de una raíz cuadrada negativa se tratase, o de una frase con ninguna cohesión. Era de mucha complejidad incluso imposible buscar como corregirlo, como solucionarlo, pero si encontraba otro objetivo al que agarrarse, quizá lentamente todo se calmase. Su felicidad arrebatada por  siempre buscar la comparación de no llegar a los más alto. Ahora intentaba ser calmadao. Dándose cuenta así, que de que de nada valía el tanto sufrir, de la tinta roja dejar salir para grabar de por vida aquellas dudas palabras en una joven y fina piel. Quizá el examen que falló, no fue más que el de en la vida no saber elegir entre la excelencia o la sonrisa que antes daba brillo a su pálido rostro. No había más que darse cuenta, de que lo que llevaba Coraline no era vida, y en los más profundo se prometió intentar diera de compararse y buscar estar siempre en lo más alto  auqnue requiriese de mucho trabajo. Pues no era para nada eso, vida sana.

Relatos oscuros en noches clarasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora