Estereotipos absurdos

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 ¿Algo detestable de la sociedad? Para todo hay estereotipos. Desde siempre los ha habido y el paso del tiempo sólo provoca que empeore.

Hay estándares cada vez más imposibles con referente a todo; posición social, belleza, ropa, comportamientos dependiendo del género e incluso había estereotipos para los roles sexuales.

Un activo tiene que ser el más masculino de la relación, rudo, y demostrar su dominancia en todo momento; un pasivo tiene que ser el más femenino, delicado y sobre todo sumiso.

Bueno, pues Wooyoung era la excepción.

Le gustaba vestirse de colores pasteles, usar faldas, esmalte y de vez en cuando uno que otro accesorio en el cabello.

En pocas palabras, le gustaba ser femenino. Claro que por esta misma razón en todas sus relaciones anteriores los chicos pensaban que le gustaba ser quien recibe, y aunque era sumamente atractivo la mayoría de las chicas no lo veían lo suficiente dominante o masculino como para intentar algo con él.

Realmente eso lo traía sin cuidado, pero eran esas las razones por las que actualmente no tenía intereses ni tampoco relaciones con nadie.

No había nada de interés romántico o sexual hasta que lo vio a él...

Choi San, un chico que fue criado todo lo opuesto a él.

Siempre le dijeron que debía comportarse y vestirse como lo que era: un hombre. Lo que claramente lo llevó a esforzarse por siempre mantener una apariencia y actitud meramente masculina, aunque no se sintiera cien por ciento cómodo con ello la mayoría del tiempo.

Podría decir que en lo único que desobedeció totalmente fue en su sexualidad, porque definitivamente ni a fuerzas una mujer le podría parecer atractiva, lo que era irónico porque sus pretendientes siempre eran chicas. En ocasiones le causaba gracia la reacción de ellas cuando les decía que era gay.

Si llegó a salir con hombres nunca podía decir que se sintiera conforme con cómo le trataban o las expectativas que tenían sobre él. Simplemente le era fastidioso que lo estereotiparan por su forma de ser en el exterior.

Incluso cuando inconscientemente él mismo tenía estereotipos, y lo comprobó cuando conoció a Jung Wooyoung. En un principio le llamó bastante la atención, puesto que nunca había visto a un hombre vestido de tal forma; una falda negra junto a una camisa rosa, y claro, no podemos dejar de lado que llevaba un color de cabello tan extravagante como el púrpura.

Es más, llegó a dudar de si era un hombre, pero su voz era demasiado grave para ser de chica y su complexión era incluso más fornida que la de una así que lo descartó.

— ¿Terminaste de analizarme? — oh vaya, le había pillado mirándole, que vergüenza.

— Lo siento, estaba distraído.

— ¿Distraído? Porque yo te veía muy concentrado en mis labios — le sonrió de lado casi burlándose de él y provocando que sus mejillas se tiñeran de rojo, cosa que era muy rara en él — la próxima vez que quieras detallar a alguien procura que la persona no te atrape, niño tonto — le guiñó un ojo y se fue.

Qué chico más interesante... Y lindo.

Por más raro que suene, esa fue su primera conversación, y claramente el momento donde ambos se fijaron en el otro. San sería mentiroso si dijera que no se quedaba embobado cada vez que el chico de cabellos púrpura retocaba el gloss en sus labios o que no pensaba que le quedaban jodidamente bien las faldas.

Y Wooyoung tampoco estaría siendo sincero si decía que no le parecía nada atractiva la forma en la que el azabache se veía con esa chaqueta de cuero y pantalones ajustados.

Simplemente entre los dos comenzó a existir una tensión tan fina que podía ser cortada con una tijera, no sabían cuándo podrían liberarla puesto que aún no había la suficiente confianza y no sabían si serían correspondidos, aunque sí comenzaron a hablar más.

Tres semanas después San ya había encontrado un apodo para molestar a Wooyoung, sin embargo, a este en lugar de enfadarle le causaba gracia.

— Nos vemos luego, princesa — no le molestaba porque era consciente de que no lo hacía para ofenderlo ni denigrarlo.

— Por supuesto, niño tonto — el pelinegro le mandó un beso volador con burla y él guiñó el ojo en respuesta.

La realidad es que San nunca se había atrevido a confesarle su sexualidad a sus padres dado que sabía que eso significaría condenarse a que lo echen de su casa o cosas peores. Se esforzaba por llegar temprano a su casa y poder ayudar a su mamá en los oficios antes de que su papá llegara, porque su miedo no era gracias a ella, sino a él.

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