Extraño

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El pelinegro no recuerda mucho de la noche anterior, aparte de ver las estrellas en cuanto volvieron a hacerlo en el cuarto de su novio. Había tomado un par de tragos para entonces, porque simplemente quería ignorar los problemas que tenía en su casa. Sabía que no era un niño de seis años ya, pero no podía evitar sentirse afectado cada vez que veía o escuchaba a sus padres discutir, la impotencia que sentía en esos momentos era tan angustiante que era o echarse a correr a los brazos de Wooyoung o derrumbarse en el suelo de su habitación y llorar hasta quedarse dormido.

Prefería mil veces los fuertes brazos de su novio femenino y dominante como sólo él podía serlo.

Se despertó en cuanto sintió unos dedos acariciarle el cabello tan gentilmente que sólo quería quedarse allí y volver a dormirse, se sentía tranquilo y protegido en ese lugar, con esa persona que últimamente parecía ser la solución a todos sus problemas. Tal vez sí hubiera vuelto a caer en los encantos de Morfeo de no ser porque recordó que se había quedado toda la noche por fuera de su casa.

Eso hizo que se sentara de inmediato en la cama.

— ¿Qué sucede amor? — le preguntó Wooyoung, obviamente sorprendido por su repentino movimiento. San se levantó de la cama, un poco aturdido por haberlo hecho rápido y también por la ligera molestia en sus caderas — ¿San?

— ¿Qué hora es? — el de cabellos púrpura se sentó en la cama.

— Las diez de la mañana — el pelinegro lo miró como si su alma hubiera dejado su cuerpo unos instantes antes de comenzar a vestirse entre tropiezos — ¿Por qué? Hoy es sábado — claramente su novio no entendía para nada porqué se había puesto tan pálido de repente, hace unos minutos estaban acurrucados disfrutando de la compañía del otro.

San se puso su pantalón, la camisa y volteó a verlo.

— Me escapé de mi casa, ¿Recuerdas? Si mis padres se dan cuenta van a matarme. Dejé mi celular en la casa — se puso las manos en la cabeza al recordarlo, cada vez más frustrado y desesperado que antes — dios... Que estúpido soy — susurró para sí mismo.

— Cálmate mi amor, te dejaré yo mismo en tu casa si quieres — San negó un par de veces con la cabeza. Le había contado a Wooyoung más o menos superficialmente la situación en su casa porque le avergonzaba un poco, era entendible que él no asimilara la gravedad del asunto.

— ¡No! Si me ven llegar contigo será mucho peor — se sentó en la cama para ponerse sus zapatos. Afortunadamente Wooyoung se los había traído a la habitación después de que hicieron el amor. El mencionado le puso una mano en la cintura con suavidad y lo atrajo cuando volvió a enderezarse.

— Respira cariño. No creo que sea tan malo como piensas — le iba a sonreír, pero San lo miró con los ojos llorosos haciendo que se preocupara y se inclinara para abrazarlo, pero duró poco, porque su novio se alejó de su contacto sin ser brusco — ¿Hay algo que debas contarme?

— No... — se levantó otra vez y agarró su mochila, que estaba sobre el escritorio que tenía Wooyoung allí — debo irme. Hablamos luego — salió rápido y a Wooyoung no le dio tiempo ni de procesar bien la situación cuando escuchó la puerta principal ser cerrada.

Sinceramente, comenzaba a preocuparse. No sabía dónde vivía su novio, después de todo siempre que el tema surgía decidían irse a su apartamento, porque vivía solo y allí nadie los molestaría. Cuando trató de convencerlo para conocer a sus padres fue que medio le explicó que en su casa las cosas eran un tanto complicadas y que no quería llevarlo allá todavía.

Luego, San comenzó a llegar por las noches tocando su puerta y lanzándose a abrazarlo en cuanto lo veía, pero sin soltar ni una sola lágrima. Las veces en las que se atrevió a preguntarle qué le pasaba él sólo le respondía que había discutido con alguno de sus padres. Normalmente confiaría en su palabra, pero nadie se alteraba de la forma en la que él lo había hecho por una simple discusión.

Tendría que hablar con San seriamente.

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