Chapter XIV

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—Una vez.

Esperé, convencida de que si quería contármelo lo haría.
Al parecer no quería. Me pregunté si la historia tendría algo que ver con el origen de su cicatriz.
Luke levantó la cabeza y se obligó a sonreír.

—No te preocupes, nerea. Los campistas suelen ser buena gente. Después de todo, somos familia
lejana, ¿no? Nos cuidamos unos a otros.

Parecía entender lo perdido que me sentía, y se lo agradecí porque un tipo mayor como él —aunque
fuera consejero— se habría mantenido alejado de una pringada de instituto como yo. Pero Luke me había dado la bienvenida a la cabaña. Incluso había birlado para mí algunos artículos de baño, que era
lo más bonito que había hecho nadie por mí aquel día.

Decidí hacerle mi gran pregunta, la que llevaba incordiándome toda la tarde.

—Clarisse, de Ares, ha gastado bromas sobre que yo sea material de los «Tres Grandes». Después
Annabeth, en dos ocasiones, ha dicho que yo podría ser «la elegida ». Me dijo que tendría que hablar
con el Oráculo. ¿De qué va todo eso?
Luke cerró su navaja.

—Odio las profecías.

—¿Qué quieres decir?

Apareció un tic junto a la cicatriz.

—Digamos que la lié a base de bien. Durante los últimos dos años, desde que fallé en mi viaje al Jardín de las Hespérides, Quirón no ha vuelto a permitir más misiones. Annabeth se muere de ganas de salir al mundo. Estuvo dándole tanto la paliza a Quirón que al final le dijo que él ya conocía su destino. Tenía
una profecía del Oráculo. No se lo contó todo, pero le dijo que Annabeth no estaba destinada a partir aún en una misión. Tenía que esperar a que alguien especial llegara al campamento.

—¿Alguien especial?

—No te preocupes, chica —repuso Luke—. A Annabeth le gusta pensar que cada nuevo campista que pasa por aquí es la señal que ella está esperando. Venga, vamos, es la hora de la cena.

Al momento de decirlo, sonó un cuerno a lo lejos. De algún modo supe que era el caparazón de una
caracola, aunque jamás había oído uno antes.

—¡Once, formad en fila! —vociferó Luke.

La cabaña al completo, unos veinte, formamos en el espacio común. La fila iba por orden de
antigüedad, así que yo era la última. Los campistas llegaron también de otras cabañas, excepto de las tres vacías del final, y de la número 8, que parecía normal de día, pero que ahora que se ponía el sol empezaba a brillar argentada.
Subimos por la colina hasta el pabellón del comedor. Se nos unieron los sátiros desde el prado.

NAZ-[PJO]-wtmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora