Salvatore.
Sus jadeos inundan mi memoria poniéndome a fantasear una y mil maneras de volver a los viejos tiempos. Cierro los ojos y me dejo llevar por la melodía de su respiración, reviviendo cada instante compartido y soñando con la posibilidad de recrearlos una y otra vez, no es Angie, es Mara que con cada jadeo suyo despierta en mí un deseo ferviente que no puedo controlar.
—Viktor —susurra el nombre con temor esperando un gesto, una reacción.
Guardo silencio dejándola en la expectativa y aumentando su frustración. En este momento mi mente está llena de pensamientos entrelazados que se confunden unos con otros.
—¿Qué pasa?, Querías el nombre y ahí lo tienes —reprocha ante mi silencio.
Me aparto reponiendo la compostura.
—¡Querías el puto nombre y ahí lo tienes! —me encara, su ira es palpable en el aire—. ¿Qué va pasar ahora? —me desafía con la mirada.
Sus ojos negros brillan con nerviosismo y enojo. Esta vez, realmente la he enfadado.
—¡Di algo! —exclama cuando se acerca, golpea mi pecho al no obtener respuesta.
—Cálmate —emito.
Trato de tomarla pero ella se aleja mostrándose muy brusca.
—Eso no me sirve —me gruñe con frustración.
—No se quién mierda eres en realidad, no te conozco ni siquiera al cincuenta porciento y eso me cansa, me agota, ¿No ves como estoy?, ¿No me tienes ni un poco de compasión? —se desahoga con la voz entrecortada al borde de las lágrimas.
Intento acercarme pero me evade.
—Estoy harta de esto, te vas, regresas, me entregas a otro y luego vuelves por mi así como si nada. Ya no puedo —niega decepcionada—. No tienes idea del desgaste emocional que representa para mi.
—Hay cosas que no puedo explicar ahora, pero prometo hacerlo después—trato de calmarla pero estoy consiente de que cualquier cosa que diga será recibida con hostilidad, especialmente después de toda la mierda que Víktor le metió en la cabeza.
—¿Después? —se ríe con sarcasmo—. Hazme mierda con tu sinceridad pero no me mientas, ya no mas —exige—. Para que esperar, hazlo ahora —vuelve a exigir.
—Mar —emito pero no me ve y tampoco quiere escucharme.
Parece que se canso de hablar y exigir. No me deja verle rostro pero está llorando. De nuevo hago el intento de acercarme pero su voz me detiene en seco.
—No te acerques —advierte.
Por un momento dudo pero le doy su espacio y me alejo.
—Cámbiate —le pido viendo el vestido roto—vendré por ti en unos minutos.
No responde. Parece que está planeando hacerme la ley del hielo.
Salgo de la habitación exhausto por la falta de sueño que arrastro desde hace más de treinta horas debido al agotador viaje. Al cruzar el umbral me encuentro con Víktor en el pasillo, quien me aborda con una pregunta directa. El tipo está ansioso.
—¿Te la vas a llevar a la mansión?
—Es el plan —digo con un tono que denota mi agotamiento.
Sin embargo, mi mente está trabajando a toda velocidad, considerando cada detalle y posibles riesgos. Puedo parecer tranquilo pero consiente de que allá afuera hay gente esperando que mi cabeza ruede por el piso.
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Mi Contrato Con Un Mafioso
RomanceUna historia que desafía la moralidad y la razón. Mara se encuentra en un punto de quiebre en su vida, con un empleo poco satisfactorio para ella, deudas que la asfixian, y problemas familiares con los que debe cargar, acepta el trabajo que cambiará...