Espero unos segundos para tomar su orden mientras dejo el menú en la mesa, pero el no lo repara.
—¿Eres mayor de edad? —me pregunta el sujeto con una mirada que denota cierta curiosidad y expectativa—. Bueno, supongo que eso no importa tanto ya que el Señor Salvatore te ha elegido personalmente. Algo de especial a de haber visto en ti, muchacha —comenta observándome de pies a cabeza sin disimulo, lo que me hace sentir un poco incómoda.
Asiento con la cabeza como respuesta ante su primera pregunta, aunque no estoy del todo convencida de hacia dónde se dirige esta extraña conversación. Lo que si es seguro es que no vino a cenar.
—Siéntate y ponte cómoda, te aseguro que ya no recibirás más clientes por hoy —me dice el sujeto de manera serena, invitándome a tomar asiento.
—Creo que se están equivocando, este no es ese tipo de lugar —respondo, sintiéndome avergonzada y algo molesta.
El otro sujeto trata de tranquilizarme.
—No es lo que piensas muchacha. Déjanos explicarte los motivos de esta charla.
—Quiero que vayan al grano —intervengo mostrando mi deseo de entender la situación de manera directa.
—Tiene carácter —dice el que llegó al último.
—¿Qué quieren exactamente? —le suelto con seguridad, la misma que siempre me caracteriza a la hora de tratar con personas como las que asumo son estás.
El cliente frecuente le sonríe al otro sujeto y este le devuelve la sonrisa. Es como un gesto de confidencialidad que no logro descifrar, pero me inquieta demasiado.
—Quiero que trabajes para mí —responde el cliente frecuente.
Frunzo el ceño con clara desconfianza en este extraño asunto.
<<¿Trabajar para el?, ¿Acaso quiere que sea su cocinera personal?, ¿acaso no está al tanto de que las meseras no cocinan?>>
No soy capaz comprender por qué alguien de esa posición me habría seleccionado a mi específicamente. Debería empezar por decir que yo aquí solo soy la mesera, y no se cocinar ni un huevo frito, el sazón es muy bueno y quizás eso es lo que realmente le interese, pero en su lugar digo;
—¿Y porque exactamente yo? —le pregunto al tiro con la expresión sería y sin tomar asiento por si debo estar alerta.
Pensándolo bien también pudo proponérselo a Sara, pero no lo hizo y me eligió a mi, lo que me resulta aún más misterio y peligroso. Una muchachita haciendo tratos con dos hombres a solas y en la noche no da para pensar que se trata de algo bueno. Incluso por mi mente a pasado gritar para que doña Flor los corra a ambos, esa señora es una tacaña pero jamás dejaría que algo malo me pasará. Estoy Segura.
—Te he observado estos días —me dice con algo de fascinación a la hora de hablar, o quizás estoy exagerando un poco.
Pero por la forma en que me ve me convenzo de que no me equivoco.
—Eso me suena a acosador a la vista “señor” —me pongo a la defensiva y recalco la palabra señor.
Tampoco es que tenga cincuenta años pero si que es mayor que yo. Le calculo unos treinta según yo, o menos pues a mí criterio se ve… saludable.
El ríe discretamente junto al otro sujeto. Y yo quedo en ascuas.
<<¿Qué es lo que realmente buscan aquí?>>
Ya decía yo que el que esté tipo de gente tan elegante comiera en un lugar como este no era nada normal. Algo estuvieron buscando desde el primer día. ¿Pero que?
—Esta no es una situación de acoso —me aclara el otro sujeto.
—¿Entonces? —le pregunto al mismo ignorando al otro.
—Me presento, soy Genovese Machine. Mano derecha del señor Salvatore Dellacroce aquí presente —lo señala y luego me extiende una mano a modo saludo.
Dudo en tomarla pero finalmente estrecho mi mano con la de el. Ante todo es un cliente y no debo ser grosera.
—Salvatore Dellacroce como ya dijo Machine —me dice el cliente frecuente, que ahora se que su nombre es Salvatore. De igual modo me extiende la mano y termino por tomarla.
—El punto de está plática es una propuesta de trabajo —interrumpe el que se presentó primero. (Genovese Machine).
<<Que nombre tan raro>>. Pienso. Ambos nombres lo son.
—El señor Salvatore te ha elegido como su mano derecha —continua Genovese.
Mi cerebro ata cabos y respondo al instante.
—Eso significa que le quitaré su puesto —comento ceñuda.
Ambos se ríen, igual con algo de discreción y educación por decirlo así.
—Déjame explicarte —se acomoda en la silla—. Así como yo soy la malo derecha del Señor, por el lado femenino también debe de tener una, y debe ser una mujer —puntualiza.
Mi expresión no es nada confiable puesto que todo esté asunto me parece tan raro, hasta he pensado que se trata de una broma.
—Este es el contrato —el señor llamado Genovese saca unos papeles de un maletín y los pone sobre la mesa.
—¿Qué clase de contrato es? —inquiero con desconfianza.
—Uno por miles de dólares —esta vez responde Salvatore.
Lo miro a los ojos para descifrar si acaso se está burlando de mi pero su expresión es seria, incluso la del señor Genovese. Este mismo se apresura a pasar de hoja en hoja hasta que parece encontrar lo que busca, mi pide que mire lo que me señala y efectivamente esta escrita una gran cantidad de miles de dólares.
—¿A quien quieren que mate? —le pregunto con desconfianza y seriedad.
—No tienes que matar a nadie —me responde el señor Genovese.
Ríe modestamente y procede a explicarme de que se trata el trabajo. Pero antes me hace una pregunta.
—¿Has escuchado hablar de la familia Dellacroce?
—Nunca —le respondo al instante.
—Que decepción —murmura Salvatore—. Pero es lo mejor. De lo contrario ya habrías salido corriendo —añade presumido.
Lo que no sabe es que soy una persona muy aislada y eso lo justifica. Creo entender que su comentario fue sarcasmo pero no estoy segura.
—La familia Dellacroce pertenece a una de las mafias más imponentes en América. El señor Salvatore es líder principal —lo señala.
Pero mi cerebro se queda en pausa asimilando la palabra MAFIA.
—¡No pienso vender droga! —le suelto lo primero que se me ocurre.
Mi situación económica es precaria pero no quiero terminar en la cárcel.
—¿Ese es el concepto en el que tienes a la mafia?, Mi mundo no solo son drogas —habla Salvatore. Imponente y seguro de si.
—Deberías estar contenta de contar con tanta suerte —dice el señor Genovese—. El señor Salvatore no va por la vida eligiendo a muchachas para convertirlas en su mano derecha. Pero como dije. Algo de especial vio en ti y por eso estamos aquí. Si te observo durante días ya te conoce mejor que nadie, el Señor es muy observador.
—Esto me parece muy sospechoso —cuestiono con desconfianza.
—Te entiendo. Pero te aseguro que está oportunidad no se va presentar nuevamente en tu vida —comenta Genovese en un tono serio pero amable—. Al aceptar el contrato tendrás seguridad, una vida de lujo, protección y todo lo que nunca imaginaste. Todo eso a cambio de lealtad para con el señor Salvatore. No cabe recalcar que todo eso se esfuma en cuanto no se da la lealtad. La traición es un algo inadmisible en nuestro mundo y se paga muy caro —explica.
—¿Se refiere a pagar con la vida? —le cuestiono con miedo a su respuesta.
Si empieza a hablar con esos términos de tener que pagar muy caro me pondré en alerta. Esta gente es peligrosa. Lo sé.
<<¿De cuando acá lo mafiosos andan visitando restaurantes promedio ofreciendo mejorar tu vida?>>
—Si —responde Salvatore mucho antes de que pueda procesar toda la información.
Temerosa y con inquietud que me atrevo a mirarlo a los ojos.
—Con la muerte —me susurra dejando en el aire un peso abrumador sobre mis hombros.
Con sus profundos ojos verdes, esta persona proyecta una mirada que parece cambiar de tono, oscureciéndose en momentos de intensidad. Su expresión facial es imponente y tiene un efecto intimidante, la combinación de sus ojos penetrantes y su expresión firme crea una presencia que es difícil de ignorar y que me deja una fuerte impresión al interactuar con el. Es de esas personas que aunque quieras no puedes dejar de observar, prácticamente te hipnotiza con la mirada.
Salvatore Dellacroce proyecta una imagen de autoridad y seguridad, mientras que Genovese Machine muestra un enfoque más diplomático y persuasivo. Ambos intentan transmitir una sensación de normalidad y oportunidad en la propuesta, aunque por mi parte lo que más percibo en ellos es un aura de misterio y peligro.Estoy desconfiada y a la vez intrigada.
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Mi Contrato Con Un Mafioso
RomanceUna historia que desafía la moralidad y la razón. Mara se encuentra en un punto de quiebre en su vida, con un empleo poco satisfactorio para ella, deudas que la asfixian, y problemas familiares con los que debe cargar, acepta el trabajo que cambiará...