Capitulo 1

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Mara Ferrer.

Hay un hombre, un hombre de traje refinado para ser exactos, ha vendido durante todo este mes, y siempre es la misma rutina. De nueve a diez viene por el desayuno y de cuatro a cinco regresa por la comida siendo extremadamente puntual. Pareciera normal ya que conozco a varios clientes que comparten su rutina, pero el tiene una manera diferente de mirar. Me mira con descaro, como si no le importase si me doy cuenta o no de lo que hace, el tipo también es bueno disimulando y por alguna extraña razón no tengo ganas de afrontarlo. Casi puedo saber con seguridad cuando está llegando ya que su perfume elegante invade mis fosas nasales, no es que sepa mucho de perfumes pero en el aire prevalece un aroma amaderado que se mezcla con esencia de jazmín. Aunque en teoría debería molestarme su actitud o la forma en que parece invadir mi espacio personal, en realidad no me afecta tanto. Me parece curioso más que otra cosa. En ocasiones, cuando tengo un momento tranquilo en el restaurante me permito observarlo de reojo, y pienso; si tuviera otras intenciones ya hubiera mostrado las garras. Trae un libro con el, cuando termina de comer dedica unos minutos a su lectura, se humedece los dedos y…

Pasa de página.

Parece absorto en su lectura y al mismo tiempo atento a todo lo que ocurre a su alrededor.

—Ese hombre ya se hizo cliente frecuente —comenta mi compañera de trabajo. (Sara).

Está pegada a la barra observando de pies a cabeza sin mostrar disimulo. Ella es así, desinhibida y si le digo que no lo haga igual no me hará caso. A veces cuando queremos demasiado a las personas dejamos a un lado sus imperfecciones para aceptarlas tal y como son.

—Si. Lleva un tiempo viniendo a desayunar y comer —le digo sin mucho interés.

—Su mujer ha de ser una holgazana que no es capaz de prepararle siquiera la comida. ¿O será que es soltero? —pregunta dudosa mientras se muerde el labio inferior.

—No aparenta serlo pero, ¿quién sabe? —me encojo de hombros.

Normalmente no acostumbro a poner demasiado interés a los clientes que rondan por aquí. Solo se que ese cliente en especial no me pasa desapercibido.

—¿Cuántos años le calculas? —pregunta realmente interesada, y le sigo la corriente.

—Unos… Treinta y tanto —comento—. O menos —añado no muy convencida.

—Prácticamente me dobla la edad ¿No? —dice pensativa.

—Si tanto te interesa habría que preguntarle para salir de dudas —le digo.

—Mañana lo haré —habla entusiasta y no dudo en que lo hará.

—Hazlo —la animo.

—Lo que si es seguro es que está podrido en dinero. Por eso mismo no entiendo cómo prefiere comer en este humilde comedor si bien puede comer en los restaurantes de lujo que hay en el centro —se cuestiona frunciendo el ceño.

La crítica de mi amiga tiene sentido puesto que ahora que lo observo a detalle su vestimenta se ve de muy buena marca, sus accesorios tampoco pasan desapercibidos y siempre deja buena propina. Si lo recuerdo con más exactitud es precisamente por eso. (La buena propina).

—Siempre vienen por el —afirma sin dejar de observarlo detrás de la barra.

—No lo he notado —le digo con disimulo.

—Te digo que si, yo misma he visto las camionetas que vienen por el como si se tratase de alguien muy importante —insiste como si no le fuera a creer.

Y si le creo, Sara podrá ser todo lo que mi madre dice que está mal, pero mentirosa no es.

Pero dudo que ese hombre esté interesado en unas muchachas chismosas que asumen cosas por las apariencias de sus clientes, el sujeto parece estar demasiado entretenido en su teléfono que no levanta la cabeza para verme en cuanto le dejo su orden y le digo provecho.

Mi Contrato Con Un MafiosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora