VI: Un pequeño obstáculo

80 6 2
                                    

¿No va a salir, huh?

—¡Déjame aquí! ¡Ya po!

—¡Hay que ir a comprar, we! ¡Deja de lloriquear!

—¡¿Tení' esta weá en tu cara?!

—¡No, wey, no la tengo!

—¡¿Entonces?!

—¡Súperalo!

Ni siquiera salieron de la puerta a la calle.

Hanta se tentó a enrollarle cinta en la frente de Kinari para que nadie lo notase, pero aquello significaba llamar más la atención a esa zona y Kinari no tenía ni en sus opciones llamar la atención por esa weá. ¡Podía ser por cualquier cosa! ¡Ojalá menos humillante!

Pero no se va a regalar por esa weá.

¿Y Hanta? También se tentó en enrollarlo por completo, de cabeza a pies con la cinta, y así poder sacarlo de la casa. Pero no lo hizo porque arrastrarlo como bolsa de basura, por más divertido que le hubiera sido, sería un estrés al mismo tiempo.

Así que ahora estaba agarrándole los pies a Kinari para poder, aunque sea, pisar más allá de la puerta. Lo malo es que Kinari aferraba sus manos como si su vida dependiese de ello.

Y es que su reputación pendía de un hilo, según Kinari. Como sea.

Miró la hora en su teléfono. Llevaban diez minutos forcejeando.

Formó una mueca hastiada.

—No hay más opción... —murmura con la cabeza gacha.

Nuevamente estaba columpiándose entre los edificios de la ciudad Musutafu, mientras tenía a Kinari cubierto de cinta como momia sobre su hombro, a excepción de la cara.

Nuevamente, gritándole en el oído.

—¡¿VO' SOI' WEÓN?! ¡CON LA CAGÁ DE CARA HINCHÁ', SALIENDO DE UN ACCIDENTE RE CULIAO' EN EL COLEGIO, VISTIENDO COMO MOMIA BARATA DE HALLOWEEN, SIN DORMIR BIEN, ¿Y HABÍA QUE SALIR A COMPRAR?!

—¡¿TAS' CULPANDO A MI VIEJA?!

—O-O SEA- NO- ESPERA —pasaron tan cerca del tren bala en esa calle, que Kinari ahogó un grito y se movió irremediablemente fuerte—. CONCHETUMADRE —se le fue el alma—. ¡HANTA! 

Exclamó desde la guata.

—¡Afírmate bien, we, porque cruzo el tren!

—¡¿QUE TÚ QUÉ?!

Pasaron por debajo de la construcción de la estación, con gritos de parte de Kinari y un Hanta bastante chato. Segundos después habían volado al aire, quedando tendidos en este, y bajaron con total rapidez. Una cinta de Sero hizo que se columpiaran a raz del suelo, para terminar parados frente a la tienda.

Kinari se había vuelto zorro, y clavó sus garras y colmillos en la ropa de Hanta con ímpetu.
Parecía una bufanda, y solo se veían los ojos de Hanta en medio de la cola esponjada.

—Ya, we.

El animal niega con la cabeza.

Suspira.

Saco De Wea - Sero HantaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora