Ya estoy aquí.

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______ Pov:

A la mañana siguiente sonó la alarma temprano. Ambas nos levantamos, nos arreglamos y salimos a buscar un café para poder desayunar.

Después de caminar algunas cuadras, por fin habíamos encontrado uno.

Entramos y enseguida el olor a café nos recibió. Nos acercamos a una mesa para dos y esperamos a que vinieran a atendernos.

—Esta ciudad es demasiado pacífica —habló María mientras miraba por la ventana.

—Lo es. En Nueva York no puedes estar tranquilo, no cuando tienes a cientos de personas caminando de un lado a otro —recordé la primera vez que salí.

—¿Conociste otros países estando consiente? —preguntó. Tal vez era curiosidad, o solamente quería que la convivencia entre las dos fuera más cómoda.

—Se podría decir que sí. No soy de Nueva York —levantó las cejas un poco sorprendida—. Vengo de Roma, Italia.

—Wow, no lo noté en ningún momento. ¿Era muy tranquilo allá también?

—Lo era. Podía pasarme horas en la calle jugando con mis vecinos —sonreí recordando pequeños momentos de mi infancia ahí—. También recuerdo que lo que más me encantaba eran los días de espagueti, podía comerme dos platos llenos sin problema.

Ambas reímos. María no se veía mala persona. Ese porte serio es solo profesionalismo, creo que es muy parecida a mí.

—¿Y tú? —levantó las cejas—. ¿Siempre viviste en Nueva York?

Antes de que me contestara una chica se acercó para darnos el menú. Estuvimos unos minutos hasta que hicimos la orden. Yo me pedí un Mocca y ella un Capuccino.

—Gracias —agradecimos y la chica se fue.

—Volviendo a la pregunta, sí. Toda mi vida viví ahí. Mis padres siempre que podían me llevaban al parque para que pudiera jugar. Los días que más me hacían ilusión, eran los víspera de Navidad. Saber que iba a nevar y podría tomar chocolate caliente, era algo que no me perdería por nada del mundo.

El ambiente se sentía un poco más cómodo ahora. Ni siquiera parecía que estábamos aquí por una misión.

Seguimos hablando un poco más sobre nuestra infancia hasta que nos trajeron nuestros cafés.

Acerqué la taza para poder tomar la espuma de arriba. Luego tomé el café. Era de los mejores que había probado hasta ahora.

Después de estar aproximadamente una hora más sentadas, tomando café y seguir organizando el plan. María pagó y nos marchamos.

—Podríamos ir a recorrer un poco, ¿Te parece? —preguntó.

—Sí, estar encerrada entre cuatro paredes sin hacer nada, no es algo que me guste mucho.

Asintió con una sonrisa y empezamos a caminar.

Había muchas tiendas. Veíamos desde afuera cada una de ellas. Seguimos caminando hasta que llegamos a un parque.

Niños iban y venían. Algunos jugaban en los juegos del lugar. Otros simplemente se correteaban entre ellos.

—¿Te gustan los niños? —escuché la voz de María.

—Desde siempre creo en que los niños tienen un alma pura. No tienen preocupaciones. No conocen la maldad. No les importa el futuro. Solo...viven el momento —sonreí mientras veía a dos niñas reírse mientras estaban tiradas en el césped.

—Es la sonrisa más grande que te he visto tener hasta ahora. Eso es un claro sí a mi pregunta.

De niña, siempre quise tener un hermano o hermana. Alguien con quien jugar, con quién pelear. Pero como no lo tuve, mi madre fue quien me enseñó a ser sociable para que pudiera tener amigos.

 Il Mio Sorriso Preferito - Kate BishopDonde viven las historias. Descúbrelo ahora