25. Justo juez

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—Los quiero a todos juntos, los oficiales que estén lejos de nosotros vamos a cubrirlos y decirles que se acerquen hasta que estemos todos juntos. —Ordeno Crisbell en medio del tiroteo.

Los oficiales que acompañaban a Crisbell tras la mesa comenzaron a dispararles a los guardaespaldas de Marcelo para que el resto de sus compañeros pudiera cruzar, en medio de aquel humo visible en la atmosfera y el sonido constante de las balas, cayeron tres de siete que fueron abatidos mientras recargaban sus armas, a pesar del caos Todos logaron reunirse con Crisbell quien les dijo.

—Los que tienen escudos blindados irán adelante, el resto iremos atrás, necesitamos formar una barricada y cada vez que los guarda espaldas recarguen atacaremos. ¿Entendido? —Pregunto Crisbell a los oficiales y estos asintieron. —Bien, hagámoslo. ¿Ven aquella mesa tirada? Es ahí donde Don Marcelo se esconde junto con los familiares que sobrevivieron a la explosión. Es ahí donde debemos ir.

Los oficiales que fueron al frente abrieron sus escudos, y el resto se posicionaron atrás de ellosestratégicamente, cada vez que los guarda espaldas recargaban los demás oficiales disparaban hacia ellos, listos para responder con furia cada vez que los guardaespaldas de Marcelo intentaban recargar sus armas. En un ballet caótico de violencia y coraje, la batalla alcanzó un nuevo nivel de intensidad. Los disparos resonaban como truenos en la noche. Dos de los guardaespaldas no lograron cubrirse y fueron abatidos por los policías muriendo de forma inmediata. Sorprendidos por la ferocidad de los contraataques policiales. La muerte los reclamó sin clemencia, envolviéndolos en la oscuridad eterna mientras la batalla continuaba.

Don Marcelo quien estaba junto a su hijo, esposa, su madre y dos de sus hermanos discutían atrás de la mesa en la que se escondían.

— ¿Qué hacemos Marcelo? —Preguntaba su mujer, Cecilia. Desesperada

—Ya solo quedan dos Hombres en pie papa. —Le decía su hijo Fernando desesperado. Sacó su pistola y dijo. —Les voy a disparar.

—No sea idiota Fernando, ellos tienen metralletas, Ak y crees que con una simple pistolavas acabar con ellos. ¡Es obvio que te harán mierda!

—Si el muchacho quiere hacerlo déjalo. —Dijo Antonio, uno de los hermanos de Marcelo, cuando uno empieza en esto es con un pistolita. En nuestros tiempos no era así

—Con la diferencia que nuestro padre a nosotros nos enseñó desde cipotes a cazar animales del monte. Y este chavalo de casa que va saber.

—Soy bueno en el tiro al Blanco, cuando me haces practicar.

—Una cosa es un pedazo de metal inmóvil y otra la vida, al menos cuando yo practicaba era con seres vivos.

—Yo digo que entretodos les saquemos la mierda de una vez por todas, entretodospodemos. —Dijo Josué, el otro Hermano de Marcelo.

—Lo mejor es que huyamos ahora que podamos y largarnos de este pueblo. —Dijo Doña Alba, la mama de Marcelo

—Eso no se va podermama, esta es la finca de mi papa quien con sudor, sangre y lágrimas la obtuvo. Además usted no era la primera en querer quedarse aquí y presumir que su hijo era el meromero del pueblo presumiendo encima de la camioneta.

—En eso tiene razón mi hermano, no podemos dejar esto así por así y simplemente huir. ¿Qué dices Josué? Nos chingamos este par de azulitos. —Le propuso Antonio a su hermano.

—Lo más probable es que muramos. —Contesto Josué mientras sacaba su arma. —Peroque rico es morir luchando por tu tierra.

— ¡Hijos no! —Grito su madre, pero estos no hicieron caso y ambos salieronde la meas y empezaron a disparar a los oficiales.

Camino viejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora