10. Cajita de música

1 0 0
                                    

Elizabeth y Triana, envueltas en una vorágine de discusiones e insultos, llenaban la oficina de Don Marcelo con una tensión tan pesada en el aire que perfectamente podría cortarse con un cuchillo. El aireestaba cargado de electricidad, como si las palabras afiladas que intercambiaban fueran flechas lanzadas en una batalla. La confusión reinaba en la habitación, mientras sus voces se alzaban en un duelo.

Don Marcelo, sentado detrás de su imponente escritorio, observaba la escena con una expresión impasible, como si estuviera acostumbrado a tales enfrentamientos en su dominio. El ruido de las discusiones se mezclaba con el zumbido de la ciudad afuera, creando una sinfonía caótica que envolvía el espacio. En medio de aquel caos, cada palabra lanzada era como una chispa de fuego en un barril de pólvora, que desencadenaría una enorme explosión.

— ¡Ya cállense! —tronó Don Marcelo, su enojo resonando en la habitación. Las dos mujeres quedaron en silencio, pero el aire aún vibraba la hostilidad latente. —Muy bien, ahora... ¿Me podrían explicar qué es lo que está pasando?

—Esta perra. —señaló Triana con el dedo, apuntando hacia Elizabeth.

—Esta tiene nombre. —intervino Elizabeth, agarrando el dedo de Triana y doblándolo.

—Ah, pues la perra de Elizabeth. —le espetó Triana en la cara a Elizabeth. La discusión se reavivó y en un gesto de frustración, Don Marcelo sacó su pistola y disparó al techo. Elizabeth y Yatzil, presas del miedo, se agacharon y taparon sus oídos.

— ¿Ahora sí me van a explicar bien? ¡Triana! ¿Qué fue lo que pasó?

—La señora aquí presente.

—Señorita. —intervino Elizabeth.

— ¿Señorita? —preguntó Trianasarcásticamente. —Pero si estás más abierta que el portón de un colegio.

— ¡Continúa, Triana! No tengo toda la noche. —Grito don Marcelo molesto.

—Lo que pasa es que Elizabeth está molesta porque su amiga Yatzil tuvo que trabajar.

—No es solo eso. —intervino Elizabethmolesta. —Teníamos un trato, Marcelo, el cual esta rompió.

—Sí, lo hice, fue por órdenes del jefe. —Aclaro Triana.

— ¿Qué? —dijoElizabeth sorprendida.

—Dígale, don Marcelo, que fue él quien dio la orden.

—Eso... eso es cierto, Elizabeth... —dijo Don Marcelo.

—Marcelo... teníamos un trato.

—Lo sé... pero debes entenderme un poco, salió una oportunidad muy grande y no podía dejarla pasar.

—Una oportunidadgrande ¿De cuánto fue?

—Eso a ti no te incumbe.

—Dime ¡Cuánto!

—Si quieres, llamo a los de seguridad, jefe. —intervino Triana.

—Mira tú, cállate, perra, que si no fuera por ellos estarías muerta. —Le contesto Elizabeth molesta por lo que acababa de descubrir.

—Triana, lo mejor es que te vayas. —le indicó Don Marcelo.

—Con permiso. —Dijo Trianamientras observaba a Elizabeth con odio. —Esta me las vas a pagar perra.

— ¿Aun quieres más? —Contesto Elizabethmientras levantaba una ceja.

—Triana ya vete por favor. —Insistió don Marcelo. Triana salió del lugar dejando solo a Don Marcelo y a Elizabeth, la oficina quedo en completo silencio. Don Marcelosacó de uno de sus cajones una caja de cigarros con un encendedor. Saco dos cigarros de la caja uno lo encendió y se lo fumo.

Camino viejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora