28. Sangre

1 0 0
                                    

Yatzil irrumpió en el apartamento, sus pasos resonaron en el pasillo vacío mientras se apresuraba hacia el baño. Con un desesperado susurro, se arrodilló frente al retrete, sus manos temblorosas aferrándose al borde mientras su cuerpo se sacudía cada vez que vomitaba. Afuera, en el pasillo, su madre escuchaba impotente, sintiendo el dolor de su hija como si le hubieran clavado un cuchillo en su corazón, entró al baño y le pregunto.

— ¿Estás bien, hija?

—No, mamá, no estoybien. No estoycompletamentebien, siempre él me echaba en cara que todo lo que me falto fue culpa mía, pero todo fue su culpa, mi presente es su culpa, es su culpa que me haya convertido en prostituta, es su culpa que sea una asesina, es su culpa que me violaran mamá. —Yatzil, entre sollozos, aun aferrándose se levantó con dificultad, se encontró con su reflejo en el espejo y dijo:

—Mamá, ¿Podrías salir, por favor? Necesito un momento a solas. Voy a darme un baño para intentar tranquilizarme.

— ¿Estás segura?

—si.

Su madre, con un tono de preocupación le dijo. —Está bien, cualquier cosa me avisas —y salió de la habitación.

Mientras Yatzil se enfrentaba a su reflejo, el espejo parecía devolverle cada fracaso, cada sueño desmoronado y cada meta alcanzada. Con manos temblorosas, buscó entre las estanterías hasta encontrar una cuchilla de afeitar, que colocó junto a la bañera. Lentamente, se despojó de sus ropas y giró la llave del agua, dejando que esta cubriera su cuerpo poco a poco.

Con la cuchilla en una mano, se cortó las venas de su mano, permitió que su piel se desgarrara, dejando brotar la sangre de su dolor interno. Gotas de sangre se unieron en el agua, como si su sufrimiento se fusionara con la bañera. Con cada corte, Yatzil sentía como si se hundiera más y más en la oscuridad de su desesperación. El agua tibia de la bañera, ahora teñida con el rojo de su propia sangre, parecía abrazarla, envolviéndola en un abismo de angustia y desesperanza. Cada respiración se volvía más pesada, cada latido del corazón resonaba como un eco de su sufrimiento. Mientras se sumergía lentamente en la bañera.

Desesperada, la madre de Yatzil golpeó la puerta del baño, su voz temblorosa resonaba en el silencio.

— ¿Yatzil? ¿Estás bien? —preguntó una y otra vez, sin recibir respuesta. Con el corazón en un puño, fue a la cocina y agarró un cuchillo, forzando la cerradura de la puerta del baño.

Al entrar, se encontró con el agua teñida de rojo desbordándose de la bañera. Con cuidado de no resbalar en el líquido ensangrentado, se acercó a donde estaba Yatzil. La tomó en sus brazos, abrazándola con fuerza mientras Yatzil se aferraba a ella, sus sollozos mezclándose en un eco de dolor compartido. En ese abrazo, madre e hija buscando el consuelo mutuo.

— ¿Por qué me salvaste mamá? Yo ya no quiero vivir. —decía Yatzil con la voz quebrada por la angustia.

—Recuerdas que antes de irte, tú sanabas mis heridas siendo solo una niña, pues es momento de curar las tuyas.

— ¿Por qué me vendió? ¿Qué le hice de malo? —tomo aire y con todas sus fuerzas grito. — ¿Por qué nací mujer?

La mamá de Yatzil la abrazo bastante tiempo, mando a buscar vendas a la farmacia al hermano de Yatzil, este cuando regreso ya estaba Yatzil en la sala con una bata blanca. Yatzil permaneció en silencio mientras su madre cuidadosamente vendaba sus heridas, sintiendo el reconfortante contacto de las manos maternas sobre su piel herida.

— ¿Qué le paso? —pregunto Elías.

—No, nada, solo se lastimó las manos. —-contesto su madre e intento desviar las preguntas. —enciende la tele a ver qué hay.

—No tengas pena por lo que paso hoy, somos como un globo de helio en manos de un niño, a veces bajamos a veces subimos, pero nunca dejemos soltarnos para ir al cielo. —dijo la mamá de Yatzil

Elías pasaba de un canal a otro, tratando de distraerse, hasta que el de las noticias captó su atención.

—Ay cambia de canal, suficientes noticias por hoy. —Dijo Doña Mercedes.

"Don marcial, dueño de restaurante, es asesinado por una mujer mayor" se escuchaba en el reportaje

—No, espera. Ni le cambies ese nombre se me hace conocido. —dijo Yatzil

En el reportaje se escuchaba: El dueño de un restaurante es asesinado de un balazo en el pecho, la víctima tenía el nombre de Marcial, fue asesinado a manos de una mujer que fue identificada como cristal, ya fue detenida y trasladada a la estación para su debido juicio. El relato del crimen resonaba en la sala, llenando el ambiente con una sensación de incredulidad y horror.

—Cristal, ¿Esa no es la mujer que las cuidaba en el prostíbulo? —Pregunto doña Mercedes.

—Sí, es ella.

— ¿Por qué lo habrá matado?

—Es don Marcial... el primer hombre que me violo...

Camino viejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora