Día dos: El cuarto de la princesa.

1.5K 23 0
                                    

Clara no podía llorar, había quedado en shock por las palabras pronunciadas por su nueva ama: estaba muerta para el resto del mundo. Bajo aquellas cálidas y suaves sábanas de rojos y delgados hilos, la joven se sentía en una prisión, no sabía la hora o el día, no había ventanas, solo una puerta de salida a la vista de todos. Pensó en sus padres, en sus estudios y en lo que nunca hizo por estar centrada en ellos, imaginó cómo pudo ser su vida de haber tenido más amigas, ido a fiestas, tener novio, fantaseó e imagino tantas cosas hasta quedar dormida.

—Buen día, mi linda muñequita.

—Se... Señora Kuromo... Por favor...

—Shhh, te traje algo de comida, levántate, y ponte este lindo vestido. Tu turno comienza más tarde, así que puedes pasear por el lugar para conocerlo. Nos vemos, preciosa.

Por un momento, pensó que seguía dormida al ver a una Kuromo tan amable. En la bandeja sobre la cama, un vaso de jugo y fruta fueron devorados casi al instante. Clara se levantó de la cama y tomó el vestido sobre el tocador. Dormir con aquella tanga de hilo resultó terrible al despertar, quería usar algo de ropa suave y holgada.

—Un vestido... Creo que nunca use uno antes —se dijo a sí misma—. Se ve muy... Eh...

Clara miró la prenda con más detenimiento: un vestido azul de una pieza, tan corto que dejaría poco a la imaginación y tan escotado que el solo caminar podría provocar un vergonzoso accidente. Pero, era mejor que seguir usando solo ropa interior reveladora. Al momento de ponerse las blancas calcetas, notó la falta de otro par de prendas, buscó en el suelo, tras el tocador y sobre la cama. Sin ningún éxito, solo quedaban don opciones: volver a ponerse la incómoda tanga que le había dejado la piel enrojecida, o no llevar nada debajo de aquel vestido.

—Buen día, linda —la saludaron las demás empleadas al salir.

—Bu... Buen día.

El aire tocaba de forma incómoda la parte baja de su cuerpo. Dando pasos cortos se abrió paso entre sus nuevas compañeras. El lugar era distinto por la mañana. Luces blancas, aire fresco, incluso parecía más amplio al haber menos gente y el único ruido era el de los murmullos a su alrededor.

—Te ves muy linda, Sunshine. Disculpa, se me cayó algo.

Las chicas, limpiando, barriendo y cargando cajas, con ropa casual, no dejaban de mirar a la nueva y aprovechaban cada oportunidad para investigar debajo del corto vestido. Pero a Clara poco le molestaba, quizá en otro momento hubiera estado avergonzada, entonces solo le interesaba la puerta de salida. Kuromo no parecía estar por ningún lado, si caminada de forma muy discreta, podía tener la oportunidad de salir. 

—Linda —la llamó una de las chicas— ¿me ayudas con esta caja?

—Si...

El resto de las empleadas aprovecharon para ponerla a trabajar y dar un buen vistazo comprobando la ausencia de ropa interior. Luego de un rato, Clara continuaba fingiendo observar el lugar, acerándose poco a poco a la salida. Estando a pocos pasos de la puerta, lanzó un último vistazo y se abalanzó hacia ella, jaló la puerta sin ningún éxito llamando la atención de todo mundo. 

—¡No la dejen salir!

Un grupo de chicas la sujetó, su salida había fracasado. 

—¿Qué sucede aquí? —Exclamó Kuromo llegando a la escena. 

—Ama, la nueva intentó salir por...

—Si, ya lo veo. Agradezco de verdad a todas por su apoyo. Pueden dejármela. 

—A la orden, ama. 

Todas continuaron con sus labores, dejando a Clara frente a la furiosa mujer. 

Muñequita de vitrina.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora