La hora llegó, las ropas de esta ocasión comprendían solo una tanga negra para Clara y Pretty. Mientras que para Alucarda y Hanabi, nada, solo la total naturalidad de sus cuerpos. Nuestra protagonista, debió decidir entre lo típicos elementos masoquistas, sin dudarlo mucho, escogió la siempre confiable fusta de cuero. Esta vez no esperaron tras la puerta, ya estaba abierta, y en el interior, solo eran visibles un par de luces diminutas.
—Sígueme, Sunshine —le dijo Pretty, guiándola con la mano en la oscuridad hasta lo que toparon con una silla metálica—. Haz una pose sensual, que demuestre tu dominación.
—Estoy lista.
Las luces se encendieron. La habitación era blanca, recubierta de minimalistas paneles iluminando con una tenue luz. Al centro de todo, un trono de brillante metal, remachado en cada borde. Sobre este, Pretty, con la cabeza apoyada en su mano, sosteniendo una delgada vara de madera sobre sus piernas cruzadas. Tras ella, Clara, o debería decir, Sunshine. Sumergida por completo en su papel, con una mirada seria, la mano recargada en el respaldo metálico y el instrumento de castigo acariciando su mejilla. La escena no estaría completa sin las dos víctimas de esta ocasión, una a cada lado, a gatas, mirando de frente al par de sádicas que se alzaban en mitad el cuarto. De fondo, una música que solo se podría describir como una metálica melodía fúnebre, sonando en un eco atrapante.
Pretty se levantó, dio una vuelta alrededor de Hanabi y llamó con la mirada a su compañera para que hiciera lo mismo. Como efectuando una lenta danza, ambas caminaron en un círculo y se detuvieron frente a su respectiva pareja de castigo. Un silbido, seguido de un impacto dio inicio a la diversión. Pretty azotó la espalda de Hanabi. Sunshine copió la acción dando firmes golpes sobre el dorso de Alucarda. Estos fueron aumentando de intensidad y bajando por el cuerpo de ambas. La joven no pudo ocultar su sonrisa al golpear sobre las redondas nalgas de Alucarda, disfrutaba levantar la mano, dejarla caer y escuchar el azote contra la piel desnuda, para luego verla enrojecer de forma progresiva.
A diferencia de Sunshine, Pretty mantenía una expresión neutra, cada golpe estaba medido, daba tres azotes en paralelo y luego uno en diagonal. Sobre la piel de Hanabi parecía formarse un patrón de líneas desde la espalda hasta el inicio de los muslos. Ambas víctimas se mantenían en silencio y un último golpe marcó el final del primer castigo.
Pretty, con Sunshine imitando en casi total sincronía sus movimientos, se llevó tres dedos a la boca, los lamió y luego restregó en los pechos de Habani. Los acarició, pellizcó sus pezones y haló la suave piel hasta volverla de un suave rojo.
Pretty, al terminar, movió su lengua y acumulando un poco de saliva, la dejó caer en la boca de la chica bajo ella. Alucarda notó algo de indecisión en su compañera, asintió de forma discreta y recibió la gota traslúcida desde la boca de Sunshine, para después sentir los labios de la chica posándose en los suyos, imitando a sus compañeras contiguas.
Como si estuvieran conectadas una a la otra, Pretty y Sunshine voltearon para besarse. Alucarda y Hanabi, se levantaron e hicieron lo mismo. En ese momento, la joven, mientras sentía sus labios y lengua danzar con los de su compañera, tuvo que hacer un enorme esfuerzo por no refugiar su mano dentro de su ropa. Un fuego la quemaba por dentro y cada uno de los juegos solo lograba encenderla más.
Ambas dominantes se levantaron, dando un golpe a su correspondiente pareja, las separaron y continuaron el espectáculo.
Las dos, recostadas, fueron abiertas de piernas, la coordinación del par de parejas parecía una danza sincronizada, paradas frente a ellas, las azotaron en su parte íntima. Daban una vuelta alrededor y continuaban los golpes, se cruzaron, intercambiaron instrumentos y fue el turno de Sunshine azotar a Hanabi. La delicada piel de ambas estaba en un encendido rojo y luego de un último golpe al unísono, se colocaron sobre las chicas. Sunshine sentía su cuerpo tocar el vientre desnudo de Hanabi, restregó sus nalgas sobre ella y acarició sus pechos. A pesar de no soltar ningún sonido, era evidente la excitación en los ojos de ambas. Sus caderas se movían, por un momento, las dos chicas olvidaron que estaban interpretando un papel.
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Muñequita de vitrina.
RomanceEn un burdel donde conviven los más diversos fetiches, Clara se encuentra atrapada bajo el mando de Kuromo, una mujer que le enseñará sobre el placer y el dolor.