Clara volvió a su cama, las sábanas tendidas y el suelo recogido, como si todo lo anterior hubiera sido solo un sueño. Se recostó y no tardó en dormir.
—¡Sunshine!
Un fuerte grito despertó a la chica. Frente a ella, sus compañeras yacían arrodilladas y tras ellas, Kuromo con la mirada furiosa, rechinando los dientes y con los puños apretados.
—¡Ama! Buenos ¿días?
—Déjate de estupideces y ven aquí.
Clara se arrodilló junto a las demás, Kuromo pasó despacio a su lado. Se colocó frente a ellas y habló, de forma pausada, como intentando contener los gritos.
—Esta mañana, Alucarda me pidió permiso para darles un par de horas y se pudieran divertir con Sunshine. Movió algunos horarios y yo no me opuse. Cuando vuelvo esta tarde, la encuentro cogiendo con un cliente, Solari bebiendo como si fuera su día libre y estas dos, sin una puta idea de qué hacer, caminando como idiotas por el lugar, para luego enterarme que habían contado sobre su vida personal a ustedes.
—Todas aquí lo sabían.
—¡Cállate, Alucarda! Carajo. Yo solo quiero preguntar... ¿Qué carajos pasó?
—Solo éramos cinco mujeres divirtiéndonos, ayudábamos a Sunshine a despertar su lado sádico, nada malo pasó.
—Shinshine, mírame a los ojos y cuéntame la verdad.
—Yo... Ellas no... Eh...
—Mírame a los ojos, niña.
—Me electrocuté con un juguete pervertido y entonces ellas me lo compensaron obedeciéndome. Perdonen amigas.
—Pequeña hija de...
—Después de lo que hicimos por ti.
—Pero, ama Kuromo, yo estoy bien y, ellas fueron muy amables. Se preocuparon por mí todo el tiempo y trataron de alegrarme. No las castigue, por favor.
—Bien —suspiró— solo les descontaré el día. Su turno ya terminó, pueden irse.
—¿Eh? —Replicó Alucarda— Después de todo ¿solo nos quitas la paga? Ah, al final no fue la gran cosa. Nos vemos más tarde, muñequita.
—Pues —dijo la mujer— si Sunshine ya las castigó lo suficiente, no puedo hacer más. Las castigaste a todas, ¿verdad?
—Eh... Pues, algo así. Creo.
—¿Crees? ¡Pretty! ¿Cuál fue el castigo de todas?
—Ama. Le servimos a Sunshine todo el día. Hanabi y Alucarda fueron azotadas y a Solari la ahorcó con las piernas hasta ponerse morada.
—¿De verdad te apreté tan fuerte? Perdóname, no sé lo que estaba pensando.
—No te preocupes, amiga. Sabes que estoy acostumbrada.
—¿Consideran estas tonterías, castigos?
—¿Qué quiere decir, ama?
—¿De verdad eres estúpida? Todas estas pervertidas masoquistas recibieron lo que les gusta. ¿Si esta niña hubiera terminado en el hospital, se hubieran puesto a jugar al amo y sirviente?
—...
Todas callaron.
—Sunshine, levántate. Pretty ¿qué satigo recibiste?
—¿Yo...? Este...
—Sunshine, toma este libro y haz que aprenda a ser buena chica.
—¡Espere! No me puede castigar. En mi contrato especifica que yo no recibo nada de dolor.
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Muñequita de vitrina.
RomansEn un burdel donde conviven los más diversos fetiches, Clara se encuentra atrapada bajo el mando de Kuromo, una mujer que le enseñará sobre el placer y el dolor.