10. Errores que se repiten una y otra vez

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Una hermosa foresta otoñal alrededor suyo murmuraba ante el gélido viento que revoloteaba entre sus hojas color ocre.

Esto le daba una indescriptible sensación de paz. Cuando abrió los ojos, vio que no estaba solo; sus padres le acompañaban, sentados cerca del parque donde él jugaba.

Gregory...

Se balanceó un poco más en el columpio, dejando que la brisa le revolviera el pelo y calmara el dolor de los rasguños en sus rodillas.

Ahh, por mucho que su madre la amonestara el poco cuidado que tenía al jugar, él siempre seguiría pensando lo poco divertido que sería la vida si no se tomaran riesgos.
Aunque para él tales "riesgos" sean sinónimo de saltar de una rama a otra como si fuera Tarzán.

Después de unos minutos ahí; solo, empezó a aburrirse. Por eso, estaba por levantarse para ir adónde sus padres, pero algo le detuvo.
Se percató de que ya no era el único niño en ese parque.

Junto a él, en el columpio derecho, había otro de más o menos su edad. De ojos azules, facciones finas, pelo castaño algo más oscuro que el suyo...
Solo requirió de instantes para reconocerlo: era Evan.

—¿Evan? ¿Qué haces aquí? —sonrió. Ya no estaba solo. Además, había algo ciertamente reconfortante en que Evan fuera su compañía.

Aunque no parecía tener la intención de responderle...
Su compañero mantuvo la mirada gacha, ignorándolo.

Gregory.

Oye, ¿me escuchas? —se acercó hasta agitar descuidadamente una mano delante de su cara, sin recibir respuesta—. ¿Lo que tienes de sordo también lo tienes de ciego? —se quejó antes de apartar su mirada, indignado.

Pero cuando la posó en el banco donde deberían estar sus padres, sonrientes mientras charlaban y lo vigilaban esporádicamente, ya no había nadie.

—¿Papá? —frunció el ceño—. ¿Mamá...?

Esto le extrañó de sobremanera, aunque lo hizo aún más cuando notó otra anomalía en el desolado lugar; Un hombre de elegantes ropas moradas le mantuvo la mirada desde un banco algo más lejano. Un escalofrío subió por su espalda, sintiéndose inquieto al instante.
Sintiéndose como una presa a la interperie.

Era, ciertamente, un hombre bastante siniestro.

¡Gregory!

Incómodo, bajó la mirada, jugando con sus colgantes pies y el montón de hojas bajo él.
Era extraño: aunque el viento hubiera dejado de soplar, se encontró en un ambiente mucho más frío.

Por el rabillo del ojo, pudo notar el cómo unas gotas rojas manchaban las hojas frente a los pies ajenos, por lo que rápidamente alzó la mirada.

Evan seguía en la misma pose, como si nada hubiera sucedido. Solo que sí lo hacía.
La parte izquierda de su cabeza (la que menos podía ver Gregory en ese momento) parecía estar demacrada, sangrando a borbotones. Era como si le hubieran aplastado medio cráneo.

—¡¿Evan?! —gritó, saltando del columpio con palpable confusión reflejada en su rostro. Honestamente, no sabía muy bien qué hacer. No sabía si acercarse o alejarse. El pánico no le dejaba sopesar bien sus acciones.

『Tomorrow is Another Day ★ Gregory & Evan』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora