Kageyama Tobio.
Es alguien difícil de tratar, tiene una personalidad horrible y es insoportable.
Ese tipo me gusta.
¡Desafortunadamente, me gusta!
Y mi mejor y peor idea fue intentar algo con él.
Pero la fortuna nunca está de mi lado.
Como sea... so...
Creo que la mala suerte es mi mejor amiga. Una fiel acompañante eterna.
Solo que no lo quiero. Que se aleje de mí, por Dios.
Mi estómago ruge, tengo mucha hambre. No desayuné por no querer llegar tarde y estas son las consecuencias; ¿¡Estás feliz maldita escuela!?
No tengo dinero y mis amigos están ocupados. Estoy en medio de la aburrida clase de matemáticas y siento que si no como algo en los próximos dos minutos, me voy a desmayar.
—Tengo hambre...
Murmuré dejando caer mi cabeza en el estómago. Nadie me escucha, a nadie le importa. Profesor, auxilio.
Como último recurso de búsqueda tomo mi mochila y pretendo que es un refrigerador que abro cada veinte minutos. Claramente solo me encuentro con un cuadernillo, un lapiz que ni siquiera sé de quién es y...
¡Un sándwich!
¡Ahora lo recuerdo! Hace tres días mamá me preparó uno y me dijo que me lo guardaba en ese asqueroso bolsillo el cuál nunca recuerdo que tengo.
Tengo comida, no moriré. ¡Estoy salvado! ¡Gracias, mamá!
Tengo que esperar hasta el almuerzo para comerlo. Obviamente lo como apenas salgo del pasillo.
Por cierto, ¡tengo noticias! Escucha, esta tarde saldré con Kageyama. Y dirás: Hinata, ¿tuviste el coraje para invitarlo a salir? No, lo siento. ¡Pero fue él! Eso es un progreso, ¿verdad?
Quizás también le gusto...
¡Es broma! ¿Cómo un chico tan lindo como Kageyama se va a fijar en el desastre que soy yo? Sí, lo quiero mucho y siento que podría ser un buen candidato para soportarlo sus días de mal humor o esos en los que está muy triste, sin embargo no creo que a él le importe mucho.
Pero aún así, de manera desafortunada, me gusta él. Sé que Kageyama jamás será capaz de aceptarme, porque somos dos polos opuestos. Pero...
—Hola.
Cuando me mira de esa forma y tiene esa pequeña sonrisa...
—Hola, Kageyama.
Yo me olvido de todo.
—¿Listo para irnos? —preguntó acercándose. Yo asentí sintiendo mi garganta seca—. Estas pálido hoy, ¿está todo bien? Porque te mataré si me haces ir al parque y te desmayas.
—¡No me desmayaré, Kageyama!
Comencé a caminar siguiéndolo. A decir verdad, sentía mi estómago revolverse. Creo que ese sandwich ya tenía personalidad propia para cuando me lo comí así que no me sorprendería morirme de indigestión e intoxicación. Aún así, daré lo mejor de mí para no morir esta tarde con tal de estar con mi lindo chico.
Caminamos y nuestros brazos se rozan. Me gustaría ser capaz de tomar su mano sin vergüenza alguna pero... es capaz de golpearme. Kageyama no luce como un chico al que le gusten los chicos. Así de fácil.
—¿Por qué me miras tanto? —preguntó mirándome de reojo—. ¿Tengo algo en la cara? —tocó su mejilla.
Yo negué avergonzado y bajé la mirada.
—No, tranquilo. Solo... me puse a pensar. No me dí cuenta que te estaba mirando.
De la nada siento un puntazo en mi estómago. Mi cuerpo intenta rechazar el sandwich pero tendrá que aguantar. Maldita sea, ¡estoy con Kageyama!
—Oi, idiota, ¿estás seguro de que estás bien? Tu rostro... ¿estás sudando en pleno invierno?
Preguntó confundido, deteniéndose. Al instante yo sentí mi mundo comenzar a girar e inconscientemente, en mi cabeza, me insulté a mí mismo.
—¿Hinata?
Kageyama luce preocupado. Mi pobre chico tiene que sacar sus manos de sus bolsillos solo para tocar mi frente. Qué helado, hace mucho frío.
—Estás ardiendo. No estás bien.
—N-no pero... —¿En qué momento comencé a sentirme así?—. Quería pasar la tarde con...
—¿Con...?
Respiró hondo y de repente siento ese maldito sandwich subir por mi garganta.
Y para lo que sé, segundos después, los zapatos de Kageyama están embarrados.
Qué vergüenza.
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