Quinta ronda: Rival

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Quinta ronda

Rival

Era un nuevo día y los periodos iniciales habían transcurrido de lo más normal, por lo que ahora cada uno de los estudiantes se mantenía fuera de las aulas, gozando de la media hora de receso que tenían para alimentarse bien, reponer fuerzas y soportar las próximas horas de estudio. Muchos almorzaban rápido para tener tiempo suficiente de jugar un poco con sus amigos y compañeros de clases a cualquier deporte; unos incluso alternaban la acción de comer y jugar dando bocados a sus alimentos en algún instante de descanso entre el partido. Otros, en cambio, degustaban sus comida lo más tranquilamente posible sin prisas de ningún tipo al no tener nada más que hacer para ese momento del día; tal era el caso de Renata Valdés e Ivonne Nájera, quienes disfrutaban también de una buena charla.

—Wah, qué injusticia —lloriqueó Renata con desánimo palpable—. El profe de Mates es cruel. ¿Cómo se le ocurre dejarnos tarea tan rápido? Es el segundo día, por Dios. ¿Por qué no podía esperar hasta la próxima semana?

—Por favor, no exageres, Renata —la reprendió Ivonne.

—Es que no me gusta la tarea —confesó la castaña en tono infantil, inflando los cachetes.

—¿Existe algo de la escuela que te guste?

—Pues no, pero en especial la tarea.

—¿Por qué sabía que dirías eso? —Ivonne suspiró, resignada—. Supongo que tu plan de esperar para anotarte a un club sigue en pie.

—Bastante en pie —enunció la joven, tomándole a su agua—. Es increíble, pero cuando mamá llegó del trabajo y platicamos de cómo me había ido en el día también sacó el tema de los clubes. Parece ser que ya había leído la guía. ¿No es sorprendente? Mi madre estaba mucho más informada que yo al respecto y eso que ni asiste a la escuela. Es tan... wow.

—De pronto no me asombra tanto —murmuró Ivonne para sí misma.

—Por cierto, ¿ya te inscribiste tú al club que querías?

—No todavía —negó la chica Nájera—.Pensaba hacerlo hoy después de clases. ¿Por qué no me acompañas y sirve que le das un vistazo? Tal vez te animes a unirte, al fin y al cabo es tan sólo lectura; no requiere un sinfín de trabajo y estaríamos las dos juntas. Sería genial, ¿no?

—Supongo que suena bien —Renata lo pensó un poco, mas sin mayores ganas—. Y entonces podría pedirte que me platiques de qué trata cada capítulo en lugar de leerlo yo y hacer el reporte semanal en base a lo que me digas

—¡Por supuesto que no te diría! —se exasperó su amiga—. Cielos, ¿en verdad tienes la desfachatez de querer zafarte de tus responsabilidades a costa del trabajo de otros?

—¿Eh? Estaba jugando. No lo haría —dijo Renata, honesta, mirando un punto al vacío—. Mi resultado debe ser exacto al de mi rendimiento, eso lo sé bien. Si mi rendimiento es bajo no tengo por qué esperar resultados altos; nadie puede salvarme de eso salvo yo. Además, es feo que te carguen las tareas de otros en tus hombros. Me pasaba muy seguido en primaria y secundaria, aunque quizás tú nunca lo notaste porque no tuvimos la oportunidad de trabajar juntas, pero sí. Siempre que los profesores dejaban trabajo en equipo, mis compañeros dejaban la mayoría del trabajo a mí, o lo más difícil; tal vez me creían capaz porque tenía buenas notas y concluían que podía hacer todo bien. Lo que fuera, la realidad es que era frustrante, agotador y muy molesto, pero nunca pude decir nada, nunca me defendí ni me negué y terminaba haciendo todo lo mejor posible. Después de todo, no sólo era mi calificación la que estaba en juego y no podía perjudicar a todo el equipo por no hacerlo bien... Ah, acabo de recordar que puede que odie el trabajo en equipo más que la tarea.

El Nombre del FracasoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora