Novena ronda: Razón

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Novena ronda:

Razón

El timbre de salida resonó por todos los rincones del instituto, así que los alumnos se apresuraron a guardar sus útiles y correr de aquel territorio que consideraban prisión. Finalmente la primera semana de clases llegaba a su conclusión, por lo que la mayoría de los jóvenes ideaban planes para pasar un fin de semana perfecto y Renata Valdeś se habría sumado a la lista de no ser porque sus pensamientos estaban atiborrados de la que se había convertido en su peor pesadilla vivida en carne y hueso. Laura había cumplido su palabra como buena chica persistente que era y la había acosado hasta el cansancio; al llegar a la preparatoria allí estaba, a la hora del receso igual, al terminar las clases también, de camino a casa sin duda, además del par de veces que había ido hasta su hogar.

¡Qué fastidio!

Lo único que le faltaba era que la risada también decidiera arruinar su fin de semana pacífico y solitario, el que pasaría seguramente encerrada en su habitación viendo los últimos episodios de los animes que seguía o leyendo fanfics. Se estremeció de tan sólo imaginarlo. Sería sencillo deshacerse de ella si le aceptaba ese duelo, pero no quería; en verdad que no le apetecía tocar siquiera un pieza de ajedrez.

—¿Lista? —le preguntó Ivonne Nájera en cuanto terminó de guardar sus cosas.

—Síp —respondió Renata colgándose la mochila en los hombros, pero antes de que pudiera dar un paso para dirigirse a la salida, una voz se dejó oír.

—¿Renata Valdés está aquí?

Tanto Ivonne como la nombrada, además de otros de sus compañeros que todavía no se iban, se volvieron a ver al dueño de la voz, descubriendo a un joven alto, de cabello negro peinado hacia arriba, que sonreía con amplitud y que era acompañado de un rubio escuálido; ambos estando de pie en el umbral de la puerta. Ivonne miró a Renata con asombro palpable. ¿Cómo es que era tan popular?

—Soy yo —contestó a su vez la castaña, por demás tomada fuera de lugar, preguntándose si conocía a ese par de algún lado, pero nuevamente, su mecanismo de memoria parecía defectuoso a la hora de recordar a la gente.

El joven pelinegro pareció sonreír más si era posible, haciendo que sus grandes y marrones ojos brillaran con encanto, sacándole suspiros a más de una chica que seguía por allí presente, al tiempo que les lanzaban miradas llenas de envidia a las implicadas en la escena, logrando que Ivonne se sintiera empequeñecer de vergüenza y que Renata... bueno, a Renata le importó más bien poco lo que pasaba a su alrededor, aun concentrada en tratar de rememorar a ese chico, quien ya se había tomado la libertad de entrar al aula para colocarse frente a las amigas, con el rubio siguiéndolo de cerca.

—¡Hola, mucho gusto! Soy Enrique —se presentó el joven, enérgico—. Él es mi amigo Fabián y somos del club de ajedrez.

El pánico fue lo primero que se apoderó del rostro de Renata al oír quiénes eran e incluso sintió que el color abandonaba su tez.

—¿Del club de ajedrez? —repitió frunciendo el ceño con mortificación angustiosa—. ¿Lala les ha dicho que vinieran a verme? ¿Fue su idea?

—¿Lala? —Enrique ladeó la cabeza, confundido.

—¿Te refieres a Laura de la Rosa? —habló por primera vez Fabián, queriendo asegurarse y Renata asintió.

—Oh, ¿así que le dices Lala? —comentó el as, risueño—. Sí que deben ser amigas cercanas para que le tengas un apodo tan adorable.

—No realmente. La llamo así porque no le gusta —confesó la chica como si nada e Ivonne reprimió las ganas de golpearse el rostro con la mano. Su amiga era sin duda una troll.

El Nombre del FracasoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora