Sexta ronda: Laura Sofía Robles de la Rosa

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Sexta ronda

Laura Sofía Robles de la Rosa

Renata Valdés recordaba cómo había conocido a Laura, aunque nunca supo en realidad si su relación pudo considerarse realmente amistad. Las dos eran pequeñas cuando se notaron por primera vez, iban a la misma primaria y tendrían unos nueve años. Había sido día de junta para las madres, así que las clases se habían cancelado temprano en lo que las progenitoras tenían su reunión en los salones correspondientes y los niños gozaban de su libertad temprana en espera de sus madres para irse con ellas. Renata solía esperar a su madre Bárbara cerca de su salón cada que pasaba eso, a menos claro, que alguno de sus compañeros la invitara a jugar; no obstante, hacía ya tiempo que dejaban de hacerlo pues habían descubierto que era más bien mala para cualquier tipo de juego que implicara agotamiento físico y cuando las niñas la invitaban a jugar a la casita o muñecas tampoco participaba mucho al quedarse callada la mayor parte del tiempo.

Aquel día, sin embargo, algo le habría picado para que decidiera ir a pasear por el lugar y matar el tiempo. Recorrió la escuela de arriba a abajo, de un lado a otro hasta que llegó a una zona que no estaba pavimentada ni que tenía césped, sino que era de pura tierra, donde había algunas mesas de las que habían en las aulas, aunque ya se veían viejas y en mal estado, por lo que usarlas no sería lo más inteligente y hasta Renata recordaba que los profesores tenían supervisado aquella área por si acaso. Con todo, parecía ser que a la niña que vio sentada en una de esas maltrechas mesas pareció no importarle aquello, sino que se mantuvo muy concentrada en el tablero que yacía sobre la superficie en lo que parecía un juego entre ella misma, pues no vio a su contrincante por ningún lado. Renata había reconocido el tablero y sus piezas; cuando hacían reuniones familiares sus tíos solían traer ese juego para divertirse con él.

"Es ajedrez", había dijo en cuanto estuvo a una corta distancia de la otra niña, a la que no conocía y que se había asustado un poco por su súbita aparición, mas ese sentimiento pareció durarle poco cuando le preguntó si conocía el juego. Renata asintió explicándole cómo es que sabía de él y antes de que pudiera entenderlo o carburarlo, ya estaba sentada frente a la mesa para echarse un partido con ella por exigencia de la misma. "Pero yo no sé jugar", había intentado defenderse.

"Yo te enseño", fue la respuesta de ella y aunque Renata quiso poner mil y un excusas para no jugar, ella no la dejó irse, sino que se aferró a su compañía como si fuese un tesoro y comenzó a explicarle las reglas, el nombre de las piezas, sus movimientos; todo. Obviamente, Renata no aprendió todo de un tirón, así que recibió muchos regaños por parte de la otra niña por no hacer bien las cosas, descubriendo que ella era algo demandante, controladora y que se enojaba muy fácilmente, pero nunca negaría que le gustó aprender algo nuevo al menos. "¿Cómo te llamas?", le había preguntado ella después de otro grupo de reprimendas de su parte y Renata recordó que tampoco sabía el nombre de ella, así que se presentaron apropiadamente.

Ese fue su primer encuentro con Laura. En eso, la reunión de las madres terminó y cada quien se fue con la suya a su casa, pero lejos de que esa fuera su último cruce en la vida, Laura hizo posibles otros, muchos más de hecho, al buscarla al día siguiente para seguir instruyéndola en el ajedrez, sorprendiéndola y cuando le preguntó por qué, Laura le dijo que había sido divertido enseñarle y que esperaba que ella también se divirtiera como lo hacía ella. También le dijo que en la escuela había muy pocos niños que supieran de ajedrez, por lo que siempre terminaba jugando sola, apartada de otros al considerarla aburrida, y estaba cansada; quería tener a una compañera de juego. Renata la comprendió en eso, porque ella también quería alguien con quien jugar, así que no puedo negarse a las insistencias de ella por enseñarle ajedrez, hasta que se hizo rutina entre ambas juntarse en el receso para practicar. ¿No era eso amistad?

El Nombre del FracasoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora