Décima tercera ronda: Estableciendo el desafío

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Décima tercera ronda:

Estableciendo el desafío

Era lunes por la tarde después de clases. Fabián, Enrique y Rogelio se encaminaron al club en lo que conversaban sobre su fin de semana, el que sin duda habrían aprovechado al máximo. Sin embargo, tuvieron que interrumpir su plática al encontrarse con la sorpresa de que cierto individuo puramente desconocido para ellos los esperaba fuera del salón. Era un chico que escuchaba música con sus auriculares mientras simulaba tocar la batería golpeando levemente la pared, pero en cuanto divisó al trío se detuvo, se quitó los audífonos y posó su completa atención en ellos.

—¿Qué tal? —los saludó el joven de cabellos cobrizos con una sonrisa amigable, obteniendo un saludo igual de animado por parte de Enrique, uno lleno de confusión por parte de Rogelio y otro de curiosidad por parte del rubio.

—¿Qué tal? ¿Buscas a alguien? —cuestionó Fabián con extrañeza.

—Podría decirse que sí. Soy Jasiel y estoy en el club de ajedrez de la tarde, acabo de entrar este año.

—¿Y por qué estás aquí? —intervino Rogelio, incauto—. Los de la tarde se reúnen mañana, ¿no lo sabía?

—Oh claro, eso lo sé, pero vengo a tratar algo con ustedes los del turno matutino —explicó Jasiel tornándose serio—. Vengo a desafiar a su mejor jugador a un partido.

Al escucharlo, Fabián alzó las cejas en clara sorpresa; eso era algo que definitivamente no esperaba. Después de todo y por lo que sabía, los del turno vespertino se habían mantenido excepcionalmente alejados de ellos hasta el grado de no establecer ningún reto entre ellos. De hecho, los miembros de ambos turnos no tenían contacto durante la mayor parte del año y sólo se veían en abril cuando se llevaba a cabo el festival cultural de la preparatoria, en el que participaban todos los clubes artísticos y de cultura, incluido el de ajedrez, para determinar quiénes representarían a la escuela a nivel regional en mayo. Ahora en cambio, parecía que aquello estaba por cambiar, lo que hacía las cosas muy interesantes. Fabián miró al visitante imaginado que él debió ser quien indujo a su equipo a este nuevo proceder; eso decía muchas cosas de él.

—Eso sería genial —confesó Enrique, emocionado—. Yo voto a que se haga el desafío. ¿Ustedes qué dicen, Fabián, Rogelio?

—Yo no tengo por qué negarme —comentó el regordete—. Al fin y al cavo no soy yo quien jugará. Además, tú que has sido el el blanco de la provocación ya has aceptado, así que ¿por qué no?

—¿Entonces tú eres el as del equipo? —indagó Jasiel mirando a Enrique, expectante.

—Según la opinión del equipo, pero no soy tan bueno.

—Lo eres y lo sabes; tu modestia sobra en este caso —declaró Fabián, orgulloso de su amigo, antes de volver a dirigirse al de ojos miel—. Debo suponer que tú eres el mejor de los de la tarde.

—No diría eso exactamente —Jasiel se llevó las manos a la nuca, entrelazándolas sobre esta, pensativo—. En realidad aún no llegamos a ningún acuerdo en cuanto a quién será el as, pero seguro lo decidiremos en una batalla entre todos por puntos de victoria.

—¿Por qué viniste a retarnos de esa manera, entonces? —quiso saber Rogelio.

—Digamos que me emocioné de más —aceptó riendo con naturalidad—. Los chicos aseguraban que ustedes eran grandes oponentes y supongo que quise comprobarlo por mí mismo. Como ven, no me reprimo de apuntar por lo más alto y de lleno he ido por su mejor jugador. Siempre me ha gustado enfrentarme a oponentes fuertes.

El Nombre del FracasoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora